domingo, 22 de marzo de 2015

El aroma del zorro

Como mencionaba Elena, esta es la última entrada de esta parte del proyecto. A todos quienes participaron, como miembros y colaboradores, reciban nuestro más sincero agradecimiento por estar y compartir, por hacernos parte de su vida y por ayudarnos a echar adelante un blog que sin Uds. no sería ni la décima parte de lo que es. Una vez más, gracias.

Y ahora si, paso a contarles mi aventura, o más bien, mi desventura con el personaje de esta semana: el zorro.

Cuando empecé en la visita médica, allá por el año de 1995, tenía como parte de mis obligaciones el visitar mensualmente una población del litoral ecuatoriano llamada Machala. Luego de casi tres horas de viaje, y de recorrer alrededor de 200 km, cada mes llegaba a esta ciudad, hacía un recorrido por sus principales farmacias y médicos, y en la noche me hospedaba en un hotel del centro de la ciudad, del que salía al tercer día para volver a Guayaquil.

La rutina era así: pasaba el día recorriendo la ciudad, llegaba al hotel, dejaba el carro en un solar vacío y lleno de maleza que el hotel utilizaba como garaje para sus inquilinos y me iba a dormir. Al día siguiente recogía el auto, le daba las gracias al guardia del solar y salía a trabajar. Pero un día hubo algo diferente en el estacionamiento.

Conforme me acercaba a mi vehículo empezó 
Zarigüeya comúnmente llamada zorro
a llegarme un olor completamente desagradable, que no había percibido antes y que no lograba identificar ni definir. Era un olor penetrante y nauseabundo. Le pregunté al guardia sobre el origen de este olor y me respondió que ese era el aroma que desprenden los zorros (así les llaman también a las zarigueyas), y que seguramente alguno se había salido de la maleza que había en el solar para irse a dormir debajo de mi auto. Lo buscamos pero el animal ya se había ido, sin embargo el olor había quedado impregnado en el ambiente y, sobre todo, en mi carro.



En ese momento tuve que salir volando del garaje a buscar un sitio de lavado de autos, donde lo hice limpiar a conciencia, sobre todo en la parte inferior, a fin de quitarle el dichoso aroma, 

Por suerte el lavado fue la solución, pero dicho olor fue un recordatorio de que, aun en la ciudad, existen ciertos habitantes que no se cuentan entre los que caminan en dos patas y que, a pesar de que no lo vi, fui más consciente de su presencia que si lo hubiera visto.



8 comentarios:

  1. jajajajaja ay pobre Loly, ya imagino el olor!!! pobrecilla! menos mal encontraste un lavado de autos.
    acá no les decimos zorros a las zarigüeyas, les decimos, tlacoaches.

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    1. Qué te diré Hilda, el olor de la naturaleza ha resultado realmente penetrante jajajaja.

      Y yo sabía que el famoso zorro del que me hablaba el guardia no podía ser el típico de hocico puntiagudo y cola esponjosa que veía en la tele, pero no tenía idea de a qué animalito se refería. Luego me enteré de que también le llaman así a la zarigüeya.

      ¿O sea que al héroe de las historietas también podían haberlo llamado El Tlacoache??? jajajaja

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  2. Loly, ¿no sería un zorrillo? esos son negros con una mancha blanca que les va de la cabeza a la cola, y sí, su mecanismo de defensa les hace expeler ese líquido tan penetrante y apestoso, ¿nunca viste caricaturas de Pepe Le Pew? a mí me encantaba. Las zarigüeyas deben ser de la familia pero no son iguales.
    Supongo que tu carro necesitó más lavadas para sacarse el olor.

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    1. No, no era un zorrillo Miriam, eso no existe por acá, lo más cerca que vi uno fue en las caricaturas de Pepe Le Pew jejejeje.

      Lo más seguro es que fuera la zarigüeya o "zorro", que si suele ser bastante común, sobre todo donde hay vegetación frondosa.

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    2. Ahhh que bueno, de la que te escapaste, por acá si hay y en realidad apestan :S

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    3. Gracias a ti por pasar a visitar nuestro blog.

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    4. Gracias a ti por pasar a visitar nuestro blog.

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