martes, 30 de septiembre de 2014

Sesos, manjar de los dioses

Sé que la palabra "Cerebro" de esta semana estaba más enfocada al órgano que los humanos tenemos en la cabeza, pero esta vez voy a contar una anécdota que gira alrededor de un delicioso platillo elaborado con el cerebro de la res, más conocido como seso.

Hace unos años, una señorita, un tanto "delicada", ocupó el cargo de Contadora en el lugar donde trabajo, ella era muy joven, recién graduada y muy mimada, sus padres la consentían en exceso y ella estaba acostumbrada a salirse con la suya, a hacer siempre lo que quería y no le importaba la opinión de los demás, pero a pesar de eso, todos la llegamos a querer y tolerábamos algunos de sus caprichos.

Por aquellos tiempos, acostumbrábamos a ir a comer a diferentes restaurantes, nos gustaba ir a lugares diferentes a probar los diferentes platillos en los cuales se especializaban, éramos alrededor de 12 personas y algunos llevaban a sus parejas, lo cual hacía el grupo más grande, lo pasábamos muy bien, comíamos rico y compartíamos nuestras situaciones personales, nada del trabajo se tocaba, ahí éramos solo amigos.

Pues esta chica, la Contadora, que como es mi amiga en facebook y de repente se llega a asomar por acá, no les diré su nombre, le gustaba meter su tenedor en los platos de quienes estuvieran sentados a su alcance, en el momento menos esperado decía "quiero probar esto" y ya con el bocado en la boca, a pesar de que ya le habíamos dicho que eso era de mala educación y que no nos gustaba, ella siempre lo hacía.

Una vez, en uno de estos restaurantes, que tenía servicio de bufet, había sesos preparados de manera que no se notaba que lo eran, como es algo que a mí me gusta mucho, me serví en buena cantidad, cuando estábamos sentados a la mesa, ella me preguntó "¿qué es eso?" y yo que sabía que a ella no le gustaba ninguna de las vísceras de la res, no le quise decir, sabiendo que en cualquier momento metería su tenedor en mi plato y se llevaría una sorpresa, le dije, "no sé que es, pero me llamó la atención y quiero probarlo".

Tal como lo pensé, ella en la primera oportunidad, metió su tenedor y tomó un trozo de los sesos diciendo "yo también quiero probar", me quedé esperando su reacción, la cual me sorprendió mucho porque no hizo ninguna mala cara, al contrario, me dijo "qué rico está, me voy a servir un poco más" y se levantó a servirse, así que cuando terminamos de comer le pregunté, "¿te gustaron los sesos verdad?" y ella con cara de aspaviento me preguntó "¿cuáles sesos? eso no me gusta" y yo con una sonora carcajada le dije "pues ahora ya, porque por eso te fuiste a servir", ella no lo creía, les preguntó a todos si era cierto y cuando le dijeron que sí, dijo que tenía náusea y que iba a devolver lo que se había comido, cosa que por cierto no ocurrió.

Y es que la vista de esto: 


puede resultar desagradable, aunque yo me los puedo comer así, por supuesto que cocinados con agua y sazonados con sal, pero ya preparados, como estos: 
tienen una cara mejor.                                Sesos rebozados     

Uno de los cerebritos de la clase

Cuando quedó escogida la palabra cerebro se me vino a la mente lo que les narro a continuación, pero no sabía si escribirlo o no, ya que no quería dar la impresión de ser presuntuosa, sin embargo, al final pensé que una es lo que es y que estas historias ayudan a conocernos mejor, así que me lanzo a contarles, pidiéndoles desde ya indulgencia para una historia un poco aburrida :)

Desde que estaba en la escuela empecé a descollar como uno de los "cerebritos" de la clase, tenía facilidad para aprender y el hecho de que mi mamá fuera maestra también me ayudaba mucho, pues si algo no entendía en la escuela, tenía en mi casa mi propia profesora particular. Dice mi mamá que yo era muy responsable (no sé qué me pasó cuando crecí jajajajaja), llegaba a casa y hacía las tareas sin que nadie me lo indique y luego me iba a jugar. Incluso tenía un grupo de amiguitas que siempre iban a mi casa para hacer las tareas juntas y luego terminábamos en el patio de mi casa, jugando al bate, a las escondidas y mil cosas más. Realmente tiempos muy felices.

La dedicación y constancia trajo como resultado mi designación como portadora de la bandera nacional, algo que llenó de mucho orgullo a mis padres.

Al pasar a la secundaria la situación no varió, seguía sacando las mejores notas pero empecé a ser consciente de la presión que significaba este reconocimiento. No sólo mis padres esperaban de mí los mejores resultados (aunque nunca hubo una presión directa se daba por sentado de que yo estaba en la capacidad de tener las mejores notas y por ende debía hacerlo), sino también de los profesores. Recuerdo una vez que una maestra me llamó a decirme que en el curso inmediato inferior había una alumna que tenía muy buenas notas y que si en el futuro yo esperaba ser la abanderada de la secundaria, no podía dejar que esa niña tuviera mejores calificaciones que yo, que procurara siempre apuntar a la nota máxima en todas las materias. ¡La presión llegaba hasta de mis compañeras de clase!, si en alguna ocasión yo fallaba en un examen y no sacaba la nota máxima, en seguida empezaban los comentarios de sorpresa por mi "caída"

Finalmente logré mi objetivo y en la secundaria nuevamente obtuve el reconocimiento de portar la bandera del Ecuador. Ahora todos felices... ¿o no?

La verdad es que no, pues si bien es cierto que el tener buenas notas me daba muchos beneficios, reconocimiento, etc. también es cierto de que hubo un momento en que me cansé y que deseaba no tener que estudiar tanto, que no se esperara tanto de mí. Realmente deseaba descansar.

Y mi descanso llegó en la Universidad. Entré a la Facultad de Ciencias Químicas y en el primer año me dediqué a estudiar a un ritmo diferente al del colegio, deseando no esforzarme tanto pero esperando igual tener buenas notas. Pero la cruel realidad no se hizo esperar, por primera vez me quedé suspensa en una materia: Química I, y no sólo eso, sino que di un muy mal examen de recuperación y perdí la materia. Por suerte el reglamento de la Universidad permitía pasar al siguiente curso arrastrando una materia y así fue como logré llegar a segundo curso sin perder el año.

Fue como una bofetada. Me di cuenta de que realmente no quería descansar, no quería tener notas regulares y no quería desperdiciar mi educación sólo por vagancia. Yo quería aprender y que eso se refleje en mi aprovechamiento y fue lo que empecé a hacer a partir del segundo año. Felizmente tuve la suerte de encontrar a un grupo de amigos que hicieron de la Universidad una de las mejores épocas de mi vida. Farreros a muerte (o si no pregúntenle a mi mamá) pero al mismo tiempo preocupados por los estudios. Con la misma frecuencia nos reuníamos a beber y bailar que a estudiar y eso hizo mucho más agradable el estudio. Al final todos nos graduamos con excelentes notas y hemos logrado mantener nuestra amistad hasta hoy en día, que aun nos reunimos de vez en cuando para reír, conversar y molestar (ya la edad no nos deja beber como antes jajajajaja).



Cerebro... Sesos... Cerecate... La misma cosa son!

Cerebro...Cerecate decía en forma coloquial mi papá cuando éramos pequeños, y digo éramos porque somos cinco hermanos y yo que ya coqueteo con los cuarenta y piquito soy la menor de todos, es decir esta historia se remonta por lo menos unos treinta y más años atrás.
Mis padres eran profesores, mi papá de escuela y colegio y mi mamá de escuela, por tanto ella llegaba a casa al medio día y tenía la tarde entera para hacer los listados de sus alumnos, corregir deberes, pruebas, supervisar nuestras tareas y tomarnos lecciones además de a la par prepararnos la merienda, cosa que no era fácil porque como mencioné antes tenía que lidiar con cinco pequeños.
Nuestras meriendas eran variadas pero más sencillas que el almuerzo y mi mamá sacaba a relucir sus dotes de maestra en las meriendas cuando nos hacia torta de zanahoria y naranja nos decía que las zanahorias había que comerlas porque eran buenísimas para los ojos, el bistec de hígado nos decía que era para mejorar nuestra sangre y tener un mejor hígado, el pescado que nos hacia más inteligentes y así ella se encargó que cada uno de nosotros aprendiéramos a comer de todo y a lo que no nos gustaba ponerle buena cara e igual comerlo porque decía que había que agradecer aún por lo que no nos gustara porque Dios nos permitía comer.
Ella tenía formas muy ingeniosas de hacernos comer, unas veces jugábamos a descubrir qué figurita había en el fondo del plato (eran platos de hierro enlozado con figuras infantiles de animales) y claro para hacerlo la unica forma era comer toda la comida si no no podíamos ver la figurita, en algunas ocasiones ese método servía para definir también a quién le tocaba lavar los numerosos platos sucios. Y así aprendimos a comer casi de todo pero hubo una preparación con la que no pude lidiar de ninguna manera, mi mamá decía que me comiera ese plato porque me hacia más inteligente, que era un gran alimento, pero yo no podía comer su famosa tortilla de huevo con sesos de vaca, se me hacia tan difícil asimilar que estaba comiendo el cerebro de la vaca, pensar que lo que yo iba a comer gobernaba a toda una vaca, allí mi mamá me decía que no pensara y que lo comiera, incluso ella en algunas ocasiones cuando regresábamos de jugar con los vecinos no me decía que estaba preparando y la casa estaba envuelta de un olor delicioso, pero al probar me repugnaba y peor al saber que era ese platillo apetecido por mis cuatro hermanos pero odiado por mi. Nunca pude superar esa reticencia.

Odio que nunca se me ocurra un título....

Rápidamente se me vinieron a la mente tres cuestiones relacionadas con el cerebro, una tras otra, cuando leí la consigna de esta semana.  Y, bueno, digno de mí, las tres terminaron en mini desastres.

La máquina del tiempo del De Lorean de mi cabeza viajó primero a 1984.  7mo grado de la escuela primaria. Clase de ciencias naturales… consigna de la profesora? Llevar un cerebro de vaca para diseccionarlo y estudiar sus partes.  Mamá, aplicada como siempre, yendo al frigorífico a comprar uno, congelarlo, acondicionarlo en una caja aislante con hielo… todo en vano. Cecilita se perdió la clase porque en cuanto la profe sacó el cerebro de la caja e intentó clavarle un bisturí para hacer el primer corte,  se cayó cuan larga era (o cuan corta, mejor dicho) desmayada en medio del aula.

Fuzzzzzzzzzzz…próxima parada: 1986.  Segundo año de la escuela secundaria.  Escena: patio de recreo,  escuela privada carísima, chicos y chicas divinos, populares, mal criados.  Y Cecilita sentada en la base del mástil de la bandera. Siempre leyendo.  Paria total .  Nunca invitada a las fiestas, nunca incluida en los juegos. Siempre víctima de todas las burlas. “Cerebrito, dejá de leer que ya te lo sabés de memoria al libro”…”Cerebrito, querés saber más que la profesora?”….y sí, debo confesar que a los 15 años yo lo que quería era encajar y si el diablo se me hubiera aparecido y me hubiera ofrecido cambiar mi cerebro por la belleza tonta de mis compañeras, hubiera hecho negocio sin pensarlo.  Hoy cuando me las cruzo por ahí me río porque la vida fue muy generosa conmigo y con ellas…mmm….dejémoslo ahí.

Y hay una última imagen… parada final: 1989.   Quinto y último año del bachillerato.  Acá la costumbre es que los alumnos del último curso organicen su viaje de egresados a la ciudad de Bariloche.  Una ciudad maravillosa, en los Andes Patagónicos.  Un valle rodeado de altas montañas nevadas, a la orilla de un lago magnífico. Centro de esquí, perritos San Bernardo con barrilitos de ron para que los turistas se saquen la foto.  Un paisaje tan hermoso que Suiza a su lado palidecería de envidia.  Estuvimos en ese lugar hermosísimo una semana entera!  Y no vi nada.  No me enteré de nada.  No fui a la visita de la fábrica de chocolates, no fui al Cerro Catedral a esquiar, no tomé el catamarán para recorrer el lago… todo por culpa del Cerebro…Me explico:  “Cerebro” es una famosa disco (discotheque/lugar bailable o como ustedes le llamen) de Bariloche, casi les diría la disco más famosa de la Argentina. Las empresas que organizaban los viajes de egresados nos incluían además de las excursiones para el día, las entradas para ir a bailar por las noches… conclusión? Baile de noche, más alcohol del que acostumbrábamos, acostarse a las 6 de la mañanas da como resultado no poder levantarse al día siguiente para ir de excursión.   15 años después pude volver a Bariloche y descubrí todo lo que me había perdido. Pero bueno, 18 años se tiene una sola vez en la vida.


El Milagro

Cuando leí la palabra de la semana me quedé "in albis", literalmente en blanco. ¿Y ahora qué escribo yo con esa palabra? A la mente me vino buscar en Google varios conceptos, copiar y pegar pero no me gusta hacer trampas. Además debía ser una anécdota. Me quedé pensando y nada. Lo más cercano fue el nombre de un dibujo animado que veía mi hijo llamado "Pinky y Cerebro" y fue ahí, al pensar en mi hijo que vino la historia a mi "blanqueado" cerebro.

En el año 2005 trabajaba yo como profesora de Literatura en una escuela de nivel medio y mi niño estaba en primer año de círculo infantil. Contaba él con 16 meses cuando me llaman a la dirección de mi trabajo para decirme que corriera al policlínico que había pasado algo con mi hijo...y nada más.

Corrí como una verdadera loca pensando en una caída, una fractura..qué sé yo. Mi sorpresa fue mayúscula cuando llegué a la clínica y me encuentro con un revuelo sin nombre de personal médico corriendo de aquí para allá y dos ambulancias esperando a la puerta. En medio de aquel jaleo se me acercó la enfermera del círculo infantil y con el rostro lleno de lágrimas y chorreando rímmel me dijo que mi niño, mi pequeño, estaba muy mal, que se había desmayado después de almorzar y estaba convulsionando.

Creí que me iba a estallar el cerebro. De niña yo convulsionaba por estado febril por lo que sabía por lo que mi niño estaba pasando. Sin darme tiempo a reaccionar un paramédico me montó en la ambulancia, al lado del chofer porque iban a trasladarlo a un hospital pediátrico. Por la ventanilla pude ver pasar la camilla. Estaba en calzoncillos, los cabellos húmedos y totalmente inconsciente. Se me estrujó el corazón como un pañuelo y más cuando a medio camino un paramédico le dice al chofer de la ambulancia que cambiara el rumbo hacia el hospital más cercano...que el niño estaba en paro respiratorio...que no llegaba con vida si tardábamos demasiado. !Dios! pensé- ¿qué dice este hombre?

Llegar al pediátrico y revolucionarse el centro fue todo uno. Los médicos, las enfermeras, los técnicos delaboratorio...todos corrían de un lado a otro. Me dieron con las puertas de Terapia Intensiva en las narices, tenía que esperar fuera. Una hora...una larga hora pasó antes que mi madre pudiera llegar..una hora en la que me colé sigilosamente una vez por la vidriera de la sala y vi a mi hijo...pequeñito en una camilla para mí inmensa, lleno de aparatos y gomas y aún inconsciente.

Dos horas más pasaron. Mi madre lloraba...todos nerviosos y yo hacía de tripas corazón para poder mantener la calma y la lucidez..para poder contestar las preguntas de los médicos sobre alergias a medicamentos, a comidas, etc. Médicos que ya no sabían qué hacer porque todas las pruebas daban negativas, no había infección o meningitis o algo que provocara aquel estado. El niño no tenía NADA. Ya sin más que hacer una doctora se acercó a mí y me preguntó si yo tenía más hijos porque no sabían que tenía, porque no contaban con él.

Sentí que mi mundo se derrumbaba...que mi cerebro estallaba en mil pedazos. ¿Cómo era eso siquiera posible? ¿Qué estaba pasando? ¿Qué pesadilla era esta?

Fue entonces cuando una mujer a la que no conocía pero que sabía del caso del niño (como lo sabía todo el hospital) me pidió que si tenía fe, rezara...que Dios era padre y escuchaba con atención los rezos de los padres. Mi fe era muy tibia pero la desesperación hace maravillas. Recuerdo que me senté en un muro de azulejos y con la cabeza entre las manos empecé mentalmente una especie de rezo-conversación-negocio en el cual pedía que se cambiaran los papeles, que ya yo había vivido 26 años y no me importaba seguir viviendo sin mi hijo.

Ahora bien, en la televisión cubana hay una canción que se llama "La calabacita" y que marca el final del horario infantil y la hora de irse los niños a la cama. Desde que mi hijo tenía unos cuatro meses levantaba la cabecita del cochecito cuando escuchaba la dichosa canción. Pues clavado a fuego en mi mente están las palabras conque terminé mi rezo-conversación-negocio: "Porque me puedes decir ¿qué hago yo cuando suene "La Calabacita" si mi niño no está?"

En ese mismo instante sale una doctora preguntando por la madre. Me levanté con un miedo horrible de lo que iba a escuchar. La doctora me tomó las manos y me dijo: "Rápido mamá, ponte una bata, lávate las manos y entra que tu niño se ha despertado, ha dejado de convulsionar y está respirando por si solo". No entré a la sala, VOLÉ!!!! Antes de llegar a la cama y en lo que me ponía la bata me advirtieron que ahora el niño estaba sedado, amarrado a la camilla para que no se quitara el suero y el levín, con sonda, con monitor..en fin. pero cuando lo vi se me cayó el alma a los pies...tan pequeñito y pasar por todo esto!!! Un enfermero se acercó a explicarme las reglas de la sala y los cambios de acompañante. Con todo respeto lo frené: "Aquí no hay cambios de acompañante. Yo salgo el día que mi hijo lo haga".

A la hora o así se me acercó un médico. Me explico el estado del niño y me pidió que estuviera muy atenta cuando despertara, qué decía y si me reconocía pues en caso de que no lo hiciera era síntoma de daño cerebral debido a las tres horas que había estado convulsionando.

A su lado pasé otra hora más, velando su sueño, acariciando su cabecita hasta que despertó. Era el momento crucial. ¿Me reconocería o no? ¿Y en el caso de que no? ¿Qué pasaría después? 

Me miró con los ojitos tristes, ojeroso al máximo y balbuceó bajito: "mamita!" Dios!!! Nunca esa palabra me había parecido tan bella. Ahí mismo se me aflojó el cuerpo, perdí la entereza y rompí a llorar con desconsuelo, con alivio...

Una semana nos pasamos en el hospital, 25 días de observación en casa y cinco años de chequeo anual para al final convencernos de que esa había sido su primera y única crisis epiléptica. Durante el tiempo que pasamos en el hospital tantas personas llamaban para preguntar por él que los enfermeros y enfermeras le pusieron el sobrenombre de "el delegado de la cama 3". La primera noche que pasé allí con él la madre de la niña de la cama de enfrente me comentó que qué milagro que con mi edad tuviese solo un hijo. Cuando le dije que solo tenía 26 se quedó de piedra, pensaba que pasaba de los 40. Así había envejecido en tres horas.

Mi niño ahora acaba de cumplir 10 años. Su cerebro está perfecto: es inteligente, despierto, simpático y algo despistado. A veces me desespera con sus cosas como todo niño de su edad pero cuando mi paciencia llega al límite  recuerdo ese día en que por poco lo pierdo, le doy gracias a Dios, a la Madre Naturaleza, al Arquitecto Universal, a la energía cósmica..a lo que sea que hizo posible lo que los mismos médicos llamaron un milagro y me siento feliz...sencillamente feliz.


El mal comi'o no piensa!!

El mal comi'o no piensa, es una frase muy popular por estos lados. Hace referencia a la necesidad de una adecuada alimentación como parte del desarrollo mental de los individuos. Es empleada no sólo por la población común, hace unos cuantos años un miembro muy destacado del actual partido de gobierno fue noticia durante varios días por el uso de esta frase, la que ha pasado a ser su frase célebre;  un psiquiatra muy reconocido tenia su versión de la misma, "Es que este es un país de gente bruta, aquí comen para llenarse y no para alimentarse" y hace poco, una empresa de comida rápida colocó una valla, muy criticada, con la frase en cuestión.

A diferencia de muchos padres que tienen problemas para alimentar a sus hijos porque son de mal comer, mi mamá no pasó por eso. Mi hermana y yo eramos de buen comer, algunas personas podrían decir que eramos glotonas, mientras desayunabamos preguntábamos que tendríamos para el almuerzo, a lo que mami nos respondía con un genérico: Comida!! y aunque se puede decir que comíamos de todo, eramos, y seguimos siendo, carnívoras.

En una ocasión, cuando tenía siete u ocho años, estaban transmitiendo un documental sobre la adecuada alimentación de los niños como base del aprendizaje. Recuerdo que vi el documental completo, lo que no haría hoy bajo ningún concepto, hablaba sobre la importancia del desayuno previo a la jornada escolar, la meriendas y sobre como una alimentación balanceada ayuda al desarrollo del cerebro en los niños.

Al otro día a la hora del almuerzo, a mami le llama la atención que además de la carne, me comiera con entusiasmo la ensalada y me pregunta que desde cuando me gustan tanto los vegetales, mi respuesta fue algo así:
- Lo que pasa es que fulana (una compañera de clases) no come de nada, nada le gusta y por eso saca malas notas, yo quiero seguir sacando buenas notas y ayer, en un programa, dijeron que al que no come de todo, se le pone el cerebro chiquito y no quiero que el mio se encoja!!
Supongo que en esa época relacioné el desarrollo con el tamaño.

Todavía hoy, cuando alguna comida no me gusta mucho, mami me dice:
- Cometelo, para que no se te ponga el cerebro chiquito!!





lunes, 29 de septiembre de 2014

Pobre conejito

A pesar de que por lógica, la palabra cerebro es algo muy común para mí, no me venía a la memoria ninguna anécdota y justo cuando pensaba pasar de largo, me acordé!!!

Hace unos pocos ayeres :P estaba yo en el laboratorio de bioquímica en la universidad. La práctica consistía en inyectar toloache (stramonium datura) a unos pobres e indefensos conejitos. Si alguien no lo sabe, la hierba esta es famosa porque dizque sirve para enamorar a alguien.


Yo no sé si el conejito murió del infarto provocado por el susto o por el stramonium que le pusimos, pero al poco tiempo de introducir la sustancia, el pobrecito conejito pasó a mejor vida.

Le abrimos el cráneo y cuál sería la sorpresa de que el cerebro estaba edematizado (hinchado) y plano! No tenía circunvoluciones (los surcos del cerebro), lo cual no es nada normal.


Yo no sé qué le pasó, pero me impactó tanto que por muy necesitada que llegue a estar que un chico caiga rendido a mis pies, les juro que toloache no usaré :)

Las jugarretas del Cerebro

¡Hola! Quizás no me conocen porque no he participado las dos semanas anteriores, pero nunca es tarde cuando la dicha es buena decía mi madre. Así que acá vengo a contarles mi anécdota.
Siempre me ha parecido que el cerebro es el órgano más asombroso que tiene nuestro cuerpo. Es decir, somos capaces de bloquear recuerdos dolorosos aún sin siquiera llegar a proponérselo o somos capaces de recordar detalles simples que pensamos no haber notado al inicio. El mío ha hecho cosas extrañas, no lo voy a negar. Algunas han sido provechosas, como esa vez en el colegio en el que me estaban enseñando a resolver la raíz cuadrada de números con seis cifras. No sé por qué con cuatro todo era facilísimo pero con seis se me complicaba tanto que pensé que por primera vez en mi vida, perdería un exámen de matemáticas (tenía menos de diez años, ya se podrán imaginar la tragedia que significaba para mí) pero ¿qué creen que pasó? Sí, cuando la profesora dijo mi nombre y pasé al frente en menos de cinco minutos resolví la tan temida raíz cuadrada... Cuando terminé me quedé parada mirando y la profesora me dijo "muy bien, siéntate" y yo la miraba a ella y al tablero sin moverme... Sí, me regañó y me mandó a sentar nuevamente. Así que dije: "Ay, pero qué inteligente soy", y decidí volver a hacer la raíz cuadrada pero en mi cuaderno... Y no, no pude...Ni ese día ni ningún otro día en mi vida...

Pero no crean que siempre ha sido todo tan maravilloso... Una vez actuó totalmente en mi contra. Era la clase de inglés, nivel principiante que fatídicamente tocaba sábados de 8 a 12. Como se podrán imaginar digo fatídicamente porque nunca he sido buena para madrugar. Así que siempre llegaba a eso de las 8:15. Ese día fue particularmente complicado porque aparecí casi a las 9 a.m. y como premio al profesor le pareció magnífico que leyera un diálogo con otro compañero. Lo hice y estuvo bien hasta que llegué a la última palabra y tartamudeé mucho... Empecé por: Taaan... Teen...Shan... El profesor me dijo: Thank you y yo lo miré con cara de: no me mande a callar que no he terminado, pero él repitió Thank You, miré a mi compañero buscando una ayuda y me dijo: Thank You, yo pensaba: pero por qué todos me callan si no he terminado hasta que una compañera se apiadó y me dijo: la palabra que te falta es Thank You...

Yo sólo pude reírme, ¿qué más hacía? Bueno, esta es mi anécdota...Espero que haya sido de su agrado leerla...

El curioso cerebro de un francés

Debo confesar que tener en mente la palabra para escribir esta semana, cerebro, me ha hecho darme cuenta de la mucha información sobre un tema determinado que circula por la red, que pasa por mis ojos sin necesidad de buscarla y que incluso leo sin llegar a interiorizar. En estos días me he enterado de mil cosas relacionadas con el cerebro y hasta de los otros “cerebros” que tenemos en el cuerpo sin que les prestemos atención, y he podido ver al mío propio jugándome una de las suyas. Pero como en este blog se trata de anécdotas más que de reflexiones, mejor voy a contarles una pequeña historia de la que fui testigo hace ya más de una década. 

Sucedió cuando aún vivíamos en la isla. 

Cada sábado, después de la práctica de artes marciales que ese día tenía lugar en las mañanas, nos reuníamos en casa varios amigos a conversar, comer algo y estudiar un tema o leer un libro que a todos nos interesara. Era una oportunidad más para aprender y pasarlo bien juntos. 

A veces, sin embargo, con ocasión del cumple de un amigo u otra fecha señalada las reuniones del sábado derivaban en fiesta. Entonces alguien traía un pastel, se hacía comida y se compraba algo de beber, por lo general una escasa botella de vino que se mezclaba con una de refresco para que alcanzara porque, claro, éramos muchos —más de diez casi siempre— y nuestras fiestas resultaban económicas por necesidad y alegres por naturaleza. 

Un sábado, a una de esas fiestas casi improvisadas llegó una de las amigas habituales con su nuevo novio. El chico era un francés muy simpático, ajeno a todo aquel barullo pero feliz de verse envuelto en lo que llamaba “la vida real de los cubanos”. Se sentó, como todos, en el suelo (nunca hubo sillas para tanta gente) y comió y rió como el que más. 

Crédito de imagen
Ese día, como algo muy especial, teníamos una botella de vodka Stolichnaya que alguien nos había regalado y queríamos compartirla con los amigos. Con mucho bombo y platillo abrimos la botella y, para extender la experiencia, servimos no más que el fondito en cada vaso. Las chicas mezclábamos el vodka con un poco de zumo de naranja; los hombres lo bebían solo y al más puro estilo ruso: do kontsa (“dakansá” —decíamos todos alzando los vasos), o sea, de un trago hasta el final. 

Las protestas del francés no se hicieron esperar: él no tomaba bebidas alcohólicas porque, según decía, eso mataba las neuronas. La novia le insistió, en aras de la convivencia, y para la segunda ronda el chico se animó a probar un poquito del vodka. Para la tercera, ya no hubo que preguntarle. Su vaso estaba pidiendo el relleno junto con todos los demás. 

Pero, por ley natural, una sola botella no da para mucho y menos entre tantas personas aunque se sirva a poquitos como nosotros hacíamos. Cuando el francés pidió la cuarta ronda no hubo más que mostrarle la botella vacía. 

—¿Cómo? ¿No hay más? —preguntó y ahí vino la obligada explicación sobre el alto precio de esos productos, que nosotros no podíamos comprarlos, que aquello había sido un regalo, etc. 

—¿Y dónde venden este vodka? -volvió a preguntar él. 

Entre risas, le fuimos explicando cómo llegar a la tienda más cercana y su novia, incrédula, le replicó: 

—Pero..., ¿no eras tú el que decía que esto mata las neuronas? 

—Sí —contestó el francés mientras salía en busca de la segunda botella—, ¡pero mata sólo las malas!

domingo, 28 de septiembre de 2014

Barítono... Otra vez problemas de idioma!


Barítono... Barítono... Barítono... Algo compleja la palabra para recordar una curiosa aventura justamente con esa palabra.. Eso pensé el lunes al aparecer la publicación de la semana y me puse a repasar mentalmente qué pedazo de mi vida podría contarles en referencia al tema.
Los días fueron pasando y recordé que a finales del año 2009 viajé a Sttutgart, Alemania para pasar Navidad y fin de año con mi hermana y su familia, que llevaba en aquel entonces algo más de 16 años viviendo por allá y por diferentes circunstancias no me había sido fácil visitarla en todos esos años y ante su inminente regreso a Ecuador me invitó a pasar tres semanas con ella porque quizás después sería un poco difícil que pudiera emprender ese viaje no estando ella allá.
Como es de esperarse mi hermana me colmó de atenciones y me recibió en su casa y me llevó de paseo por algunas ciudades de Alemania y de Francia. Como regalo de Navidad me obsequió dos boletos para diferentes espectáculos que sabía serían de mucho agrado para mi, uno para el Concierto de André Rieu en Mannheim y una invitación muy especial para ir juntas a ver un musical que estaba moda allá llamado "Wicked", donde consiguió asientos con una muy buena ubicación y así fue que llegó el día de asistir al teatro, muy elegantes fuimos, nos ubicamos y nos preparamos para el espectáculo, con una puesta en escena maravillosa, sólo que con un inconveniente serio para mi...la obra estaba cantada totalmente en alemán y  yo del Meine schewester (mi hermana) que le escuchaba frecuentemente a mi hermana decirle a sus amigos sobre mi y del danke (gracias ) y bitte (por favor) no había pasado en ese idioma, así que aunque disfrutaba de los maravillosos trajes y voces de sopranos,  barítonos y tenores pues no entendía bien la historia, a más de encontrarle alguna relación con El mago de Oz.
Mi hermana sentada al lado mío y preocupada porque yo no entendiera la obra, me hablaba al oído traduciendo algunos pasajes y así fui entendiendo algo para felicidad mia, pero infelicidad de nuestros vecinos de asiento que en inentendible alemán se quejaban o nos silenciaban de rato en rato.
Demás está de decirles que así transcurrieron todos los actos de la obra musical y al finalizar la misma uno puede compartir con los actores y cantantes, tomarse fotos o compartir una copa de vino, cosa que hicimos con mi hermana y cual no sería mi sorpresa al saludar con tres actores y ellos sonriendo mucho le dijeron a mi hermana que ya que teníamos asientos muy cerca se habían dado cuenta que yo no hablaba alemán y que ella estaba traduciendo todo para mi, cuando mi hermana me explicó lo que ellos decían comprendí que hay situaciones donde sonreír es la única opción ante la vergüenza ya no por las sutilezas del idioma si no por su desconocimiento total.

¿Barí qué?

Antes de empezar, me gustaría decirles a mis lectores que mi calificación en el examen de Química fue de 10/10 puntos; por lo cual estoy feliz.
Ahora, es tiempo de compartir una experiencia mía acerca del tema de la semana. Esta vez  debo confesar que no me ha sido fácil escribir, pero el leer sus experiencias me motiva a hacerlo. Si yo creía que escribir acerca de la palabra «aleluya» es difícil, lo es aún más escribir acerca de la palabra «barítono».
Pese a que sabía el significado de la palabra, debo reconocer que mi conocimiento es superficial. Entonces, tuve la necesidad de buscar el significado de la palabra en la Internet. En la página de la RAE (Real Academia Española) encontré esto:
Bien, estaba en un lío: ¿Y ahora qué escribo?
Quizá sea notorio que mi inteligencia musical no sobresale, pero mi inteligencia lógica matemática sí. Nunca he estado en un conservatorio, pero, cuando niño, formé parte del coro de la escuela. Mi voz aguda no tan desafinada me lo permitió.
Recuerdo que cuando tenía 11 años, mi hermana gemela, Belén,  y yo fuimos elegidos por nuestro profesor para participar en un evento en un colegio cuyo nombre no me acuerdo. El evento se trataba de algo así como un festival del pasillo ecuatoriano. Mi hermana y yo debíamos prepararnos para cantar una canción de JJ (Julio Jaramillo) llamada Chica Linda.
Días antes de la presentación en ese evento, debía presentarme con mi hermana ante mis compañeros. Recuerdo que solo pensar en eso hacía que temblara. Es aterrador saber que hay personas que te observan y te juzgan en silencio.
El día de la presentación ante mis compañeros había llegado. En el momento de la presentación, no desafiné; pero había algo que me inquietaba. Mientras cantaba junto a mi hermana, podía escuchar las carcajadas de mis compañeros. ¿Por qué se reían si no desafiné? ¿Por qué?
Cuando la presentación acabó le pregunté a mi hermana:
-Joseph: ¿Por qué se reían todos?
-Belén: «Doctor dormido, botica abierta.»
-Joseph: ¿Qué?
-Belén: No cerraste tu cremallera. Bonitos calzoncillos de Spiderman...

Barítono o Tenor?


Estuve leyendo las entradas de los co-escritores de este blog y todas ellas son tan divertidas..algunas hilarantes...pero hoy mi estado de ánimo es diferente.  La melancolía ha hecho presa de mi en este día. Quizá porque llovió toda la jornada, quizá porque se acerca mi cumpleaños, quizá quizá quizá...así que simplemente para no faltar a mi compromiso de publicar, les cuento una breve y sencilla anécdota familiar.  Mi papá tenía un mejor amigo, llamado Omar Zatti.  Escritor, el hombre. Y gardelianos ambos.  Omar escribió media docena de libros todos relacionados con el máximo ídolo de la música rioplatense, Carlos Gardel.  Mi papá lo acompañaba a revisar archivos, a entrevistarse con gente que conocían en círculos tangueros y que le aportaban datos inéditos para sus obras.  Omar escribía y luego juntos revisaban, corregían... Fueron amigos toda su vida Omar y papá.  Tenían a Gardel y a River, el equipo de fútbol de sus amores, en común.  Podían estar horas y horas hablando.  Y sólo una vez los vi discutir.   El problema fue que Omar había puesto en un párrafo de su libro que Gardel era tenor y mi padre insistía con que era barítono.  Que sí, que no.  Hicieron llamadas telefónicas, fueron a los libros.  Estuvieron días tratando de ponerse de acuerdo.  Hoy con internet a su disposición la discusión se hubiera zanjado en un momento... pero ellos eran de tiempos en que todo se investigaba y se escribía con papel y lápiz...finalmente papá claudicó y Omar se salió con la suya.  Después de todo era su libro. Y además para mi padre la amistad era más importante que ganar cualquier discusión. Hoy cuando pensaba qué contarles, recordé esta discusión y entré a buscar a la red.  Los dos tenían razón.  La voz de Carlos Gardel era tan especial que lo han clasificado tanto como tenor, como barítono en distintos momentos de su carrera.

 A un minuto de que se acabe el tiempo para publicar, les dejo dos imágenes.  La portada del libro en cuestión y una foto de mi viejo querido.  Si, la de la capelina blanca soy yo... 

UN BARÍTONO DIFERENTE



Siempre me gustó cantar y bailar; de tal manera que desde que tenía como unos 10 años, unos vecinos y yo formamos un grupo así tipo Parchis. Claro que al principio era solo un juego, cantábamos en escuelas, fiestas infantiles, etc. Aunque a decir verdad no cantábamos, hacíamos solo fono mímica porque no había recursos para más. Pero conforme fuimos creciendo, comenzó a haber ciertos cambios con los integrantes y comenzamos a pensar un poquito más en serio en el grupo –pero solo un poquito-. De tal manera que grabamos unas pistas con un grupo muy famoso acá en Veracruz, contratamos a una coreógrafa, los padres se involucraron más, empezamos a cantar en festivales, espectáculos, fiestas particulares, etc.
 Obviamente, entre todas esas mejoras, se incluyó una clase de canto. No sé siquiera cómo llegamos a la casa del señor David Cicourel, un hombre bajito, medio gordito, de cabello completamente blanco, pero un poco presumido. Desde el primer día que llegamos (y hasta el último, cuando nos fuimos), nos platicó lo famoso que había sido él y todas las personas y cantantes que había conocido en la ópera. Oh, mi Dios. Si hubiéramos sabido lo que iba a ser esa clase de canto, tal vez no habríamos entrado. El señor, no sé a ciencia cierta cuántos años tendría, pero yo creo que sí rondaba los 80 y durante todo el tiempo que estuvimos ahí, tuvo en su mente la idea de que nosotros seríamos un grupo dedicado al Belle Canto.
Nos enseñó mucho, no lo dudo, pero al pobre lo hacíamos renegar en la misma cantidad. En ese entonces éramos cuatro mujeres y dos hombres en nuestro grupo y los varones eran tremendos. Nos burlábamos de él, le hacían musarañas a sus espaldas, desafinaban a propósito, etc. Y se volvía peor cada vez que nos decía: “cuando ustedes canten un aria en público” o “cuando se aprendan esta canción del Belle Canto” . . . .  y nosotros nos imaginábamos a nosotros mismos todos maquillados y cantando como Pavarotti, etc. Las carcajadas no se dejaban esperar. Creo que el pobre hombre nunca supo que nosotros nos presentábamos cantando canciones de TIMBIRICHE, FRESAS CON CREMA, OKI DOKI y PARCHIS. Si se hubiera enterado, le daba un paro cardiaco.
En fin, una tarde estábamos en nuestra clase con los ejercicios de vocalización, y el profesor ya estaba un poco desesperado porque Carlos no alcanzaba los tonos que él le decía.
-¡Parece usted barítono!- Le gritó, aunque no sonaba mucho como a elogio.
Carlos, que ya de por sí era bastante alto, se estiró aún más lleno de orgullo, aunque no tenía la menor idea de los rangos que alcanzaba un barítono.
-        ¿Porque canto como Plácido Domingo? – preguntó Carlos, ignorando por completo que el otro era tenor.
-        ¡No! ¡Porque varía de tono como loco!
De más está decirles las carcajadas que provocó en los demás, las burlas que nunca se quitó de encima Carlos y el hecho de que no regresamos más a las nunca bien valoradas clases con don David Cicourel, famoso tenor de la época del caldo en México.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Una curiosa sorpresa


Una gran sorpresa.

La palabra de esta semana, me llevó a hacer un paseo por todos los recuerdos que tengo acumulados durante casi toda mi existencia y aunque busqué y busqué no encontré ninguno que me hablara de música y menos de cantantes, pues en mi entorno familiar la única que solía cantar en cualquier lugar y momento era mi Madre, no se si era Soprano o no pero lo que si estoy segura era que no podía ser Barítono, pues era tan dulce su voz, que difícilmente podía subir las notas agudas que creo necesita un barítono, ella era alegre, tierna y dulce, su voz era el deleite de todos, era el  elixir que alimentaba nuestro espirito, hacía florecer las matas, cantar los pájaros para acompañarla, desafortunadamente no heredamos ese don, porque ni mi hija su nieta que quiso tomar parte en un coro, o aprender a tocar un instrumento lo logró.
Esto no quiere decir que no me gusta la música, me gusta oírla desde Tangos, boleros, jazz hasta música clásica, Lírica y  Sacra, también me gusta mucho bailar, joropos, merengues, hasta Vallenatos, pero como les digo soy incapás de emitir una nota musical, so pena de hacer volar todos los gallos del gallinero.
Y en este paseo recordé de pronto una anécdota que me sucedió hace algunos años, estaba una noche a eso de las 7 p.m, leyendo la prensa y veo un anuncio de un espectáculo en el Centro de Bellas Artes, para esa noche a las 8 p.m, nada menos que con nuestro excelente humorista, Actor, y cantante lírico (Barítono) Rafael José Aponte, conocido cariñosamente como Cayito Aponte ,quien imita con gran precisión y respeto  a personajes importantes de la vida política,, eclesiástica, económica  y como soy admiradora de su arte, salí corriendo hacía el Teatro, cuando llegué se habían agotado las entradas, con la suerte que un Señor me cedió la suya, entre en la oscuridad a buscar el asiento que me correspondía, tercera fila a la izquierda, al lado de una pareja y un Señor de edad,  el espectáculo comenzaba, me llamó la atención que los músicos de la Orquesta Sinfónica ocupaban ya sus respectivos lugares, mi sorpresa fue cuando el Director anunció al Solista como el gran Barítono Rafael Aponte,  y mas cuando mi Cayito con aquel vozarrón, emitió los primeros sonidos, me quedé muda, esperaba un espectáculo para reírme toda la noche y recibo uno donde él interpreta el  personaje de Colón en la Opera "Los Martirios de Colón" y distintos personajes de zarzuelas y Operas, me sentí sumamente feliz, era la primera vez que lo oía en vivo, y unido a eso el orgullo que sentí de tener semejante Compatriota.

Donde Dios no puso...


Creía imposible que luego de la palabra correspondiente a la semana anterior, Aleluya, apareciera una más complicada…Barítono lo es!! No es una palabra que se emplee regularmente, la mayoría de las personas apenas saben que es algo relacionado con el canto, pero si les tocara explicar que significa exactamente, pocos sabrían; yo estudie música durante varios años y sinceramente, ya a estas alturas no recuerdo cuál es el rango correspondiente a un barítono.

En casa siempre se motivó el hacer algo adicional a la escuela, algo que nos mantuviera ocupadas y que sirviera para nuestro desarrollo personal. Los deportes nunca fueron una opción, tanto mi hermana como yo somos inútiles totales en esa área y lo demostramos en la práctica, así que escogimos algo que se ajustara a nuestras personalidades, gustos y habilidades; mi hermana eligió teatro y ballet clásico y yo, que soy de poco hablar y siempre he estado consciente de mis dos pies izquierdos, pintura y piano.

Con la pintura nunca tuve problemas y esas clases me fueron de mucha ayuda en la universidad, con el piano todo iba sobre ruedas durante los tres primeros niveles que incluían instrumento y lectura musical, las complicaciones surgieron cuando se agregó solfeo y canto.

En la escuela me había  quedado claro que el canto no era para mí, el profesor de música de esa época, quien actualmente es el director de la Orquesta Filarmónica de Santo Domingo, me lo dejo saber, a mí  y a otros más, a pesar de lo cual  participe en cada himno que se interpretó en los actos escolares; con estos antecedente, cuando en la escuela de música nos dieron el programa de clases del cuarto nivel y vi solfeo y canto, supe que mis días estaban contados.

En la primera semana de clases se hicieron las pruebas para saber a qué rango correspondía cada quien: sopranos, mezzos, contralto, tenor, barítono y bajos, y aquí empezó la debacle, entendimos que se puede tocar como Raul DiBlasio (que no era mi caso) y no entonar una sola nota!! Mi tono de voz podría estar entre un mezzo y un cotralto pero eso no sirve de nada si no se logra que los graves sean graves y los agudos agudos, si los Si suenan como un Do y los Do como un La.

El consuelo, no fui la única que no lograba atinarle a la escala. Algunos que debían sonar como barítonos sonaban como sopranos lo cual es muy comprensible tomando en cuenta la edad.

La solución, clases  particulares de piano, estudiar teoría de la música y sustituir la calidad con mucho entusiasmo!!