lunes, 2 de marzo de 2015

De cuando me sentí extranjera (Xenofobia)

Creo que la única vez que me he sentido rechazada por ser extranjera ha sido en Japón. No me malinterpreten: adoro ese país. Es hermoso, limpio, amigable... Puedo decir que es uno de mis preferidos en lo que conozco de mundo, sino el que más. Los japoneses son más que amables, enseguida te hacen sentir en familia, se desviven porque tengas una buena estancia. En fin, que a pesar de ser bastante distintos tanto en lo cultural como en lo físico, no hay modo de sentirse fuera de lugar entre ellos. Sin embargo, hubo una ocasión o dos en que me sentí, hmm, diferente. Les cuento.

La primera vez fue en una ciudad a la que fuimos por un trabajo de mi esposo. Las chicas de la oficina del edificio donde vivíamos, cerca de Tokio, se asombraron mucho cuando les dije cuál era nuestro destino: “¡Pero si allí no van ni siquiera los japoneses!” La verdad es que nos encantó aquel lugar -antiguo, bien conservado, con ese encanto que la historia viva le aporta a todo el país- pero sí que pudimos darnos cuenta de que no estaban acostumbrados a recibir visitantes, y menos extranjeros. 

Los profesores que fuimos a ver, gente culta y de mundo, nos atendieron con total amabilidad, por supuesto. La gente en la calle era otra cosa, sobre todo los ancianos. No es que nos trataran mal en ningún momento, sino que nos miraban como si fuéramos bichos raros. Se paraban en la calle cuando nos veían, sorprendidos, y hasta se apartaban para dejarnos pasar. Vamos, que me sentí como un animalito exótico en un zoológico. 

En esa ciudad, más allá de las miradas en la calle, no tuvimos ningún otro indicio de causar extrañeza con nuestra presencia salvo en un desayuno en el hotel. Un señor, sentado en la única otra mesa ocupada del local, le comentó a su amigo en voz suficientemente alta para que nosotros lo escucháramos, algo sobre “estos molestos extranjeros”. 

La segunda y última vez que algo así me sucedió fue en Kioto, y no deja de ser extraño porque allí se reciben varios millones de turistas al año. Fue el último día de aquella visita a la antigua capital con una prima de mi esposo. Habíamos pasado unos días espectaculares, de mucho ajetreo por toda la ciudad, y esa mañana decidimos ir a relajarnos en un sentō antes de regresar. 

Crédito de imagen
Un sentō es un baño público tradicional japonés, una especie de spa con masajistas, saunas y varias pocetas de aguas termales en las que bañarse. Los servicios y pocetas están divididos en dos secciones independientes, una para hombres y otra para mujeres, porque a diferencia de los spa occidentales, en estos baños se entra sin ropa, desnudos por completo. Son toda una atracción por lo que es común encontrar extranjeros en ellos, pero cuando entramos nos dimos cuenta de que en este solo había japoneses.

(En la imagen pueden ver un sentō relativamente pequeño, seguramente de un barrio. Los hay más grandes y modernos. A un lado está el espacio con asientos para ducharse antes de entrar a  las pocetas porque, como son de uso común, el cuerpo debe estar bien lavado para que el agua se mantenga lo más limpia  posible para todos.)

Crédito de imagen
La prima y yo nos dimos un masaje con unas tailandesas que había a la entrada. Luego disfrutamos de una sauna de sal, nos duchamos y al final fuimos entrando en las pocetas que en estos sitios suelen ser varias, con diferentes temperaturas o con unos u otros minerales que aportan distintas propiedades a sus aguas. Ahí fue cuando notamos que al entrar nosotras en una poceta, las japonesitas que allí había, todo sonrisas y reverencias, decidían salir. Al principio parecía casualidad, pero al repetirse en dos o tres ocasiones entendimos que no lo era. Ellas no querían bañarse con nosotras. 

Claro que no hay nada capaz de hacerme sacar un mal recuerdo de una estancia en la bella Kioto, pero puedo decir que esa fue una experiencia curiosa, lo más parecido a la xenofobia que viví allí.

5 comentarios:

  1. que cosas, bueno, siempre hay de todo en todos lados, acá, en mi propio país, ha habido lugares donde me han hecho sentir como extraterrestre, solo porque mi ropa y apariencia no es como el de ellos :S

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  2. Pelusa, yo creo que es lógico, hasta cierto punto, que pasaras esas experiencias, si las personas no estaban acostumbrados a la afluencia de extranjeros, era natural que los vieran con extrañeza e incluso que fueran un poco hostiles, como si estuvieran defendiendo su ciudad, eso de las conquistas ha dejado muchas desconfianzas :)

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  3. bueno, si no hubiera leído shogún, para saber el mal concepto que tienen los japoneses sobre las costumbres higiénicas de los occidentales me habría extrañado mucho, ellos solo vieron 2 chicas blancas metiéndose en su agua, así que decidieron que juntos pero no revueltos, ahhhhh me encantan estas anécdotas tuyas

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    1. Jajajajaja pues claro, no recordé esa parte :P todo tiene explicación :D

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  4. Cada vez que nos cuentas sobre Japón me dan unas ganas locas de conocer ese país, aunque luego allá me miren mal por ser extranjera jejejejeje.

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