Cuando recibí la noticia de la muerte de mi padre, el universo entero se comprimió en mi pecho. No había nada más que esa opresión curiosa, que se negaba a desatarme. No lloré en mucho tiempo. Aunque si reviso ahora creo que ese “mucho tiempo” apenas fueron unos minutos, hasta que logré hablar con mi madre. Entonces, toda la opresión se deshizo en llanto. Al irse la opresión quedó el vacío, ¡y qué vacío! No quedaba nada en el mundo que me animara a levantarme cada mañana. ¿Salir de debajo del edredón? ¿Para qué?
Poco a poco salí, medio a empujones pero salí, y el mundo se fue recuperando. Nunca del todo, pero volvió a tener colores.
Elena, siempre tenemos que seguir adelante, ya que somos parte de ese mundo que nunca desaparece.
ResponderEliminarPelusa, hay dolores que uno no se explica cómo puede soportarlos. Es un proceso que poco a poco va sanando, dejando las nostalgias y los recuerdos, que como tesoros debemos mantener vivos siempre.
ResponderEliminarBesos!
es que esos dolores jamás pueden irse Elena, la ausencia jamás se cura, el tiempo solo calma las heridas.
ResponderEliminarte mando un abrazo enorme!!
Elena conozco esa sensación, ese golpe en el pecho, esa sensación de irrealidad detrás de las palabras que te comunican la pérdida de papá. Y es verdad lo que dices, el mundo no vuelve a ser igual, pero está en nosotros hacerlo diferente y mejor a como estaba. Me alegro de que hayas vuelto a subirte al mundo, todos acá te queremos y deseamos lo mejor.
ResponderEliminarUff que bien te entiendo. Abrazo fuerte fuerte...hay cosas que jamas dejaran de doler, vacios que jamas se llenaran, pero se sale adelante y los recuercoz maravillosas de los wue ya no estan nos acompanan hasta nuestro ultimo dia. Te quiero!
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