domingo, 22 de febrero de 2015

VANIDADES FAMILIARES

Colaboración de Luisa Adriana

La Vanidad, bueno creo que muy a pesar de no hallar las mejores definiciones en el diccionario, todos encaramos alguna vanidad, por varias razones, no asumimos esa realidad, incluso por algo muy nimio, nos atendemos, nos cuidamos y enfrentamos ese deje de cómo me veo , me siento o verán.  Creo que a nosotras, en casa, mis padres nos enseñaron a tener una vanidad sencilla, un cuidado por digamos estar bien presentadas, y cada una de nosotras lo asumió según su manera.

Siendo tres mujeres, hijas, y mi madre, siempre con su cabello impecable y sus uñas largas y muy bien cuidadas, algo debíamos heredar.  Un sencillo pasó por esta etapa que nos identificó además en la forma física, la que todos ven. Nuestra adolescencia donde todo esto se hace individual y particular, la vivimos en casa de mi abuela, teníamos un cuarto para las tres, y un closet, espacioso donde cada cual tenía sus cajones para organizar. Pero al fin era un solo espacio, y acumulaba nuestras locas vanidades en crecimiento.  Las fotos que adjunto, son de la época, en que aun vivíamos juntas, sin compromisos de ninguna clase.




Mi hermana mayor, Mariángeles, es la chica que todo le debe combinar, no puede tener nada fuera de tono, y era literal, la más intensa en organizar ropero, aún lo es; quizá los años le aplazan un poco pero al vida le ha dado hija y nieta, para poder seguir con su rol. Ella a pesar de tener un defecto físico muy notable, jamás la opaco, salía a la calle muy puesta, muy organizada y se maquillaba mucho, le gustaba destacar su rostro, y las uñas siempre largas, pintadas, no recuerdo desde quizá sus 16 años verlas sin algún color. Puede gastar el tiempo que sea en recorrer los lugares para organizar sus prensas que se junten en armonía de colores, siempre la verán muy arreglada y bonita.






La menor, Ana María, desparpajada, a ella entre más liviana la ropa mejor, el desorden total, su ropa estaba de un lugar a otro, ella se ponía lo que salía, y muchas veces le criticaron porque le gustaba llamar la atención con sus prendas, se comenzó a maquillar a corta edad, ella era la niña precoz en todo, creció mas, a menor edad, la creían nuestra hermana mayor, y muy engreída, se ponía feliz de que fuera así; pero es quizá la más despreocupada de las tres en los detalles, le gusta más que nada cuidar su cabello, es como su atracción personal de vanidad. Ya casi no se maquilla, y como enviudo tan joven dejo atrás ese estilo como fresco  con que se vestía, creo yo, por esto fue; después de un largo periodo se volvió a preocupar por su atuendo, sin embargo, es relajada y busca comodidad, a pesar de cualquier cosa.


 

Y bueno yo, como siempre en casa soy la diferente, jajaja, mi vanidad fue creciendo por motivos ajenos a la educación, y el principal, el medio en el que estudie y he trabajado, rodeada de hombres – como saben – Igual que a mis hermanas, algo venia de casa, pero al tener ya un trabajo, ese donde ya no eres niña, ni siquiera adolescente; llevaría casi un mes, y me llama el jefe de personal. – Bueno, acá ya no eres niña, debes venir de vestido formal, tu cabello sin coletas, y bien arregladita como toda una dama, entre en pánico, llegue a cas a contarle a mi mami, quien se puso feliz, (cosa incomodísima) y me dijo eso es fácil, y al cabo de unos días, ella me había confeccionado vestido, faldas, blusas, y que se yo, mi ropero dejo de ser joven estudiante, y me volví en la nueva de tacones, se burlaban mis hermanos; tendría unos 18 años larguitos, y hasta el día de hoy, preferiría vestir de falta, solo que el medio, igual no me deja. Aprendí a ese toque de feminidad, que nos hace distantes de los hombres, sin ser arrogante, para nada, considere también que esa atención a mi presentación, como una acción propia; era una forma de reivindicar mi sentido femenino, por lo cual me prometí, jamás llegar a trabajar sin el arreglo básico, con lo que claro la vanidad toma un papel más importante; me cuido y atiendo, no meticulosa como mi hermana mayor, quien me criticaba por no hacer ciertas cosas; pero si, a ella le aprendía a combinar y organizar con tiempo lo que me pongo. Entre lo esencial está el maquillaje, además de gustarme, siempre, léase literal, siempre me combinan los ojos con lo más cercano al rostro, el cabello nunca llega sucio en una coleta, siempre limpio y organizado y hoy día las uñas me devengan buen tiempo por todo lo moderno. No salgo de casa en ropa ligera, no uso sudaderas, y prefiero no andar en tenis, o debo hacerlo de una manera muy acorde con la ropa, y mis ojos llevan un delineador y pestañina o rímel, Concluyo, soy y me gusta ser vanidosa, desde chica un aire coqueto me agraciaba, me parece; sin ningún extremo, pero es parte de mí, si hoy debo salir de afán, hay cosas básicas que hago, y ya.

Acá las cuatro, en estos días

Cuando a tu alrededor tienes un 99,8% de hombres, has de aprender que si tu no notas el detalle, ello si, sea acorde o fuera de base, ello lo notan; no quiero hacer esta observación como algo malo y con lo que cree falsas vanidades, pero si como ese punto donde ser además de muy femenina, tener un toque para mantenerte siempre, diré, presentable. Me siento muy bien con ello, y aprendí también que los hombres son muy, muy vanidosos, ellos se cuidan mucho, y así eduque, la sana vanidad referida al cuidado y buena presentación, te identifica, te hace más individual, y te da una cierto autoridad, con tus pares porque es señal, de que te respetas al cuidarte. Y le sumo, mi inteligencia, el sentido de identificarme con lo que hago, sentirme exclusiva por mis acciones, que es otro toque de vanidad con la que me hago un lugar donde laboro o estudio o comparto con varias personas pues es un orgullo de mi misma, como creer en mí, o algo similar. ; Así mismo mis chicos les digo, hay vanidades que afloran y unas que corresponden al ámbito muy personal, que son sanas y no hacen mal. Creo también que la feminidad, lleva puesta una dosis de vanidad, y la refiero en el cuidado, en un vestir que nos haga sentir cómodas, que nos destaque, que nos encare en este mundo del machismo con delicadeza.

Abrazos, Luisa Adriana.




3 comentarios:

  1. Luisa me encantaron esas fotos tan ochenteras, sobre todo el copete que lucías, es que eras la viva imagen de la juventud de los 80 jajajaja.

    Y me pasó igual que a tí en mi primer trabajo. Para las vacaciones del primer año de universidad decidí trabajar para ganar algo de dinero y poder hacer un viaje a Cuenca con mi prima, así que entré a trabajar en la ya conocida empresa que vendía cursos de inglés para aprender mientras duermes. El asunto es que el primer día luego de la entrevista, yo me presento a trabajar tal cual como me vestía cuando iba a la U, en pantalón pescador, camiseta y tenis, en esas me llama el gerente y me dice, la contratamos por sus habilidades, pero también por su presencia, por favor mañana venga vestida acorde a la situación. Así que al igual que tú, me tocó revolver el armario para encontrar faldas, blusas y sobre todo, zapatos de tacón, que eran cosa rara en mi ropero de ese entonces.

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  2. Es raro que en un núcleo familiar se den tantas diferencias, pero así es, yo sólo tuve una hermana, pero somos como el sol y la luna, la noche y el día, el agua y el aceite, jajaja, la atractiva es ella :)

    Que lindos recuerdos guardan esas fotografías.

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  3. Me encantó tu texto, sobre todo lo que dices que encontraste en esta vanidad una forma de acentuar tu femineidad. Es común ver a quienes defienden el feminismo en contra de lo femenino, obviando la vanidad en aras de la igualdad de géneros. Yo opino como tú, lo que nos hace diferentes es lo que nos hace iguales.
    Las fotos, hermosas!

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