Colaboración de Luisa Adriana
La Vanidad, bueno creo que muy a pesar de no
hallar las mejores definiciones en el diccionario, todos encaramos alguna
vanidad, por varias razones, no asumimos esa realidad, incluso por algo muy
nimio, nos atendemos, nos cuidamos y enfrentamos ese deje de cómo me veo , me
siento o verán. Creo que a nosotras, en
casa, mis padres nos enseñaron a tener una vanidad sencilla, un cuidado por
digamos estar bien presentadas, y cada una de nosotras lo asumió según su
manera.
Siendo tres mujeres, hijas, y mi madre, siempre
con su cabello impecable y sus uñas largas y muy bien cuidadas, algo debíamos
heredar. Un sencillo pasó por esta etapa
que nos identificó además en la forma física, la que todos ven. Nuestra adolescencia
donde todo esto se hace individual y particular, la vivimos en casa de mi
abuela, teníamos un cuarto para las tres, y un closet, espacioso donde cada
cual tenía sus cajones para organizar. Pero al fin era un solo espacio, y
acumulaba nuestras locas vanidades en crecimiento. Las fotos que adjunto, son de la época, en que
aun vivíamos juntas, sin compromisos de ninguna clase.
Mi hermana mayor, Mariángeles, es la chica que
todo le debe combinar, no puede tener nada fuera de tono, y era literal, la más
intensa en organizar ropero, aún lo es; quizá los años le aplazan un poco pero
al vida le ha dado hija y nieta, para poder seguir con su rol. Ella a pesar de
tener un defecto físico muy notable, jamás la opaco, salía a la calle muy
puesta, muy organizada y se maquillaba mucho, le gustaba destacar su rostro, y
las uñas siempre largas, pintadas, no recuerdo desde quizá sus 16 años verlas
sin algún color. Puede gastar el tiempo que sea en recorrer los lugares para
organizar sus prensas que se junten en armonía de colores, siempre la verán muy
arreglada y bonita.
La menor, Ana María, desparpajada, a ella entre
más liviana la ropa mejor, el desorden total, su ropa estaba de un lugar a
otro, ella se ponía lo que salía, y muchas veces le criticaron porque le gustaba
llamar la atención con sus prendas, se comenzó a maquillar a corta edad, ella
era la niña precoz en todo, creció mas, a menor edad, la creían nuestra hermana
mayor, y muy engreída, se ponía feliz de que fuera así; pero es quizá la más
despreocupada de las tres en los detalles, le gusta más que nada cuidar su
cabello, es como su atracción personal de vanidad. Ya casi no se maquilla, y
como enviudo tan joven dejo atrás ese estilo como fresco con que se vestía, creo yo, por esto fue;
después de un largo periodo se volvió a preocupar por su atuendo, sin embargo,
es relajada y busca comodidad, a pesar de cualquier cosa.
Y bueno yo, como siempre en casa soy
la diferente, jajaja, mi vanidad fue creciendo por motivos ajenos a la
educación, y el principal, el medio en el que estudie y he trabajado, rodeada
de hombres – como saben – Igual que a mis hermanas, algo venia de casa, pero al
tener ya un trabajo, ese donde ya no eres niña, ni siquiera adolescente; llevaría
casi un mes, y me llama el jefe de personal. – Bueno, acá ya no eres niña,
debes venir de vestido formal, tu cabello sin coletas, y bien arregladita como
toda una dama, entre en pánico, llegue a cas a contarle a mi mami, quien se puso
feliz, (cosa incomodísima) y me dijo eso es fácil, y al cabo de unos días, ella
me había confeccionado vestido, faldas, blusas, y que se yo, mi ropero dejo de
ser joven estudiante, y me volví en la nueva de tacones, se burlaban mis
hermanos; tendría unos 18 años larguitos, y hasta el día de hoy, preferiría
vestir de falta, solo que el medio, igual no me deja. Aprendí a ese toque de
feminidad, que nos hace distantes de los hombres, sin ser arrogante, para nada,
considere también que esa atención a mi presentación, como una acción propia; era
una forma de reivindicar mi sentido femenino, por lo cual me prometí, jamás llegar
a trabajar sin el arreglo básico, con lo que claro la vanidad toma un papel más
importante; me cuido y atiendo, no meticulosa como mi hermana mayor, quien me criticaba
por no hacer ciertas cosas; pero si, a ella le aprendía a combinar y organizar
con tiempo lo que me pongo. Entre lo esencial está el maquillaje, además de
gustarme, siempre, léase literal, siempre me combinan los ojos con lo más
cercano al rostro, el cabello nunca llega sucio en una coleta, siempre limpio y
organizado y hoy día las uñas me devengan buen tiempo por todo lo moderno. No
salgo de casa en ropa ligera, no uso sudaderas, y prefiero no andar en tenis, o
debo hacerlo de una manera muy acorde con la ropa, y mis ojos llevan un
delineador y pestañina o rímel, Concluyo, soy y me gusta ser vanidosa, desde
chica un aire coqueto me agraciaba, me parece; sin ningún extremo, pero es
parte de mí, si hoy debo salir de afán, hay cosas básicas que hago, y ya.
Acá las cuatro, en estos días |
Cuando a tu alrededor tienes un 99,8% de
hombres, has de aprender que si tu no notas el detalle, ello si, sea acorde o
fuera de base, ello lo notan; no quiero hacer esta observación como algo malo y
con lo que cree falsas vanidades, pero si como ese punto donde ser además de
muy femenina, tener un toque para mantenerte siempre, diré, presentable. Me
siento muy bien con ello, y aprendí también que los hombres son muy, muy
vanidosos, ellos se cuidan mucho, y así eduque, la sana vanidad referida al
cuidado y buena presentación, te identifica, te hace más individual, y te da
una cierto autoridad, con tus pares porque es señal, de que te respetas al
cuidarte. Y le sumo, mi inteligencia, el sentido de identificarme con lo que
hago, sentirme exclusiva por mis acciones, que es otro toque de vanidad con la
que me hago un lugar donde laboro o estudio o comparto con varias personas pues
es un orgullo de mi misma, como creer en mí, o algo similar. ; Así mismo mis
chicos les digo, hay vanidades que afloran y unas que corresponden al ámbito
muy personal, que son sanas y no hacen mal. Creo también que la feminidad,
lleva puesta una dosis de vanidad, y la refiero en el cuidado, en un vestir que
nos haga sentir cómodas, que nos destaque, que nos encare en este mundo del
machismo con delicadeza.
Abrazos, Luisa Adriana.
Luisa me encantaron esas fotos tan ochenteras, sobre todo el copete que lucías, es que eras la viva imagen de la juventud de los 80 jajajaja.
ResponderEliminarY me pasó igual que a tí en mi primer trabajo. Para las vacaciones del primer año de universidad decidí trabajar para ganar algo de dinero y poder hacer un viaje a Cuenca con mi prima, así que entré a trabajar en la ya conocida empresa que vendía cursos de inglés para aprender mientras duermes. El asunto es que el primer día luego de la entrevista, yo me presento a trabajar tal cual como me vestía cuando iba a la U, en pantalón pescador, camiseta y tenis, en esas me llama el gerente y me dice, la contratamos por sus habilidades, pero también por su presencia, por favor mañana venga vestida acorde a la situación. Así que al igual que tú, me tocó revolver el armario para encontrar faldas, blusas y sobre todo, zapatos de tacón, que eran cosa rara en mi ropero de ese entonces.
Es raro que en un núcleo familiar se den tantas diferencias, pero así es, yo sólo tuve una hermana, pero somos como el sol y la luna, la noche y el día, el agua y el aceite, jajaja, la atractiva es ella :)
ResponderEliminarQue lindos recuerdos guardan esas fotografías.
Me encantó tu texto, sobre todo lo que dices que encontraste en esta vanidad una forma de acentuar tu femineidad. Es común ver a quienes defienden el feminismo en contra de lo femenino, obviando la vanidad en aras de la igualdad de géneros. Yo opino como tú, lo que nos hace diferentes es lo que nos hace iguales.
ResponderEliminarLas fotos, hermosas!