domingo, 1 de febrero de 2015

Escuchándome en Silencio

Colaboración de Luisa Adriana

Comentar situaciones cercanas a la palabra “Silencio” me ofrecía creo que varias opciones, por lo cual  había pensado en no llegar con ninguna, no halle una más significativa que en abriera un espacio para escribir.
Por alguna razón, anoche traje a mi mente un momento de la vida, donde me sentí, diré literal, conmigo misma, no pudo interpretarlo de otra forma.
Tendría alrededor de 16 años, durante un día de escuela, haciendo educación física, algo de gimnasia, por malas acciones mías, andando de chistosa, con piruetas que no sabía hacer, caí de cabeza, y como consecuencia de ello, tuve un desprendimiento de retina a fondo en el ojo derecho.
Después de todo lo que llega , la angustia, el miedo de lo que pasara, la sensación de ver mal, mis padres, las monjitas ..y mucho que podría ser, expectante, llego la orden , cirugía, que según el médico era delicada, porque había que reconstruir la base de la retina. No se explicar nada más, esas fueron sus palabras, y luego me vi con él en la sala de cirugía, dos días después del accidente; en una época, donde aún no había los avances de hoy, y seguro que era entonces si era más complicado todo.
Me dicen que después de unas dos horas, el salió y le dijo a mis padres todo está bien, la recuperación es de quietud, mi madre pensó, ella quieta..?? Pero seguro yo le ponía un reto. Cuando me halle en la habitación asignada, en la Clínica Palermo de mi ciudad, donde las monjitas son casi tus enfermeras, me desperté, creía que no, y entre en pánico literal, no veía nada, mis ojos, los dos, vendados, por favor esto a mi edad una horrible tortura como no veía, me sentía ajena al mundo.
Paso la tarde, y seguro comenzó la noche asomo por que empezó un silencio, creo que horrible, a veces mi respiración, los latidos de mi corazón, era lo único que escuchaba, mi madre se había quedado conmigo, así que su respiración aunque más lejana. Yo inmóvil hacia arriba, no debía moverme, no podía hacerme de lado, el cuerpo me tallaba por sí solo, y de sonidos nada, creo que la eternidad se me hizo presente, no sabía en qué pensar, que hacer, me asustaba asustar a mi mami, solo respiraba y me escuchaba; el resto silencio, silencio total.
Durante dos noches, los sucesos iguales, la tercera noche sí estuvo armoniosamente plagada de carreras, camillas, y llantos, descubrí que la ventana de mi cuarto daba a una de las salas de parto allá en el ala contraria, además fue una música, sin ser amena por completo, pero cubrió mi silencio de vida.
Una semana estuve allí, me quitaron los vendajes, comencé a acostarme de lado, y según mi mami, de nuevo dormí un poco tranquila. Dos semanas más después de salir de la clínica, permanecí con unas gafas especiales, que me cubrían los ojos por completo, totalmente negras, y con un agujero apenas de un milímetro por donde iba ingresando la luz.
Pero el “silencio” desapareció, tiempo después le di un valor enorme a mi visión, comprendí como se hace cada sentido indispensable, percibí como la falta de la visión te agudiza el oído, y cuando ya convives con el silencio visual (metafórico), renuevas tu universo auditivo, y vislumbras como los invidentes son tan excepcionales, y tienen tanto sentido de coordinación.
Esto lo comparto de una mirada, pues fueron días como lúgubres para mí, mientras me acostumbre a la no visión, ya de pronto comenzó de nuevo la luz en mis ojos. El silencio que me acompaño, fue mas como una luz para sentirme vivía al escucharme.

Abrazos.

3 comentarios:

  1. Luisa, debió ser algo terrible, gracias a Dios tu vista se recuperó, imagino tu miedo a lo desconocido. Fuiste muy valiente, ¡ni una lágrima! ¿o no podías llorar?

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  2. Que bueno que te recuperaste Luisa, debieron ser momentos muy difíciles. Justamente este fin de semana tuvimos en el congreso, el testimonio de una invidente y fue impactante.

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  3. Luisa qué impactante tu experiencia, a esa edad y sumida en la oscuridad por una jugarreta seguramente sin importancia. No me imagino lo que sufriría tu mamá, pensando en la posibilidad de una pérdida total de la visión y tú misma, confinada a ese estado y sin poder tan siquiera moverte a tu antojo.

    Por suerte todo salió bien y lograste recuperar tu visión, pero sobre todo, te reencontraste con un mundo que es rico en color, pero también en sonidos.

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