Cerebro...Cerecate decía en forma coloquial mi papá cuando éramos pequeños, y digo éramos porque somos cinco hermanos y yo que ya coqueteo con los cuarenta y piquito soy la menor de todos, es decir esta historia se remonta por lo menos unos treinta y más años atrás.
Mis padres eran profesores, mi papá de escuela y colegio y mi mamá de escuela, por tanto ella llegaba a casa al medio día y tenía la tarde entera para hacer los listados de sus alumnos, corregir deberes, pruebas, supervisar nuestras tareas y tomarnos lecciones además de a la par prepararnos la merienda, cosa que no era fácil porque como mencioné antes tenía que lidiar con cinco pequeños.
Nuestras meriendas eran variadas pero más sencillas que el almuerzo y mi mamá sacaba a relucir sus dotes de maestra en las meriendas cuando nos hacia torta de zanahoria y naranja nos decía que las zanahorias había que comerlas porque eran buenísimas para los ojos, el bistec de hígado nos decía que era para mejorar nuestra sangre y tener un mejor hígado, el pescado que nos hacia más inteligentes y así ella se encargó que cada uno de nosotros aprendiéramos a comer de todo y a lo que no nos gustaba ponerle buena cara e igual comerlo porque decía que había que agradecer aún por lo que no nos gustara porque Dios nos permitía comer.
Ella tenía formas muy ingeniosas de hacernos comer, unas veces jugábamos a descubrir qué figurita había en el fondo del plato (eran platos de hierro enlozado con figuras infantiles de animales) y claro para hacerlo la unica forma era comer toda la comida si no no podíamos ver la figurita, en algunas ocasiones ese método servía para definir también a quién le tocaba lavar los numerosos platos sucios. Y así aprendimos a comer casi de todo pero hubo una preparación con la que no pude lidiar de ninguna manera, mi mamá decía que me comiera ese plato porque me hacia más inteligente, que era un gran alimento, pero yo no podía comer su famosa tortilla de huevo con sesos de vaca, se me hacia tan difícil asimilar que estaba comiendo el cerebro de la vaca, pensar que lo que yo iba a comer gobernaba a toda una vaca, allí mi mamá me decía que no pensara y que lo comiera, incluso ella en algunas ocasiones cuando regresábamos de jugar con los vecinos no me decía que estaba preparando y la casa estaba envuelta de un olor delicioso, pero al probar me repugnaba y peor al saber que era ese platillo apetecido por mis cuatro hermanos pero odiado por mi. Nunca pude superar esa reticencia.
Elizabeth a mí me encantan los sesos y coincidentemente mi entrada para esta palabra contará una anécdota de este delicioso platillo :P
ResponderEliminarMi mamá nos hacía lo mismo, ella como enfermera se sabía cada vitamina, mineral y proteína contenida en los alimentos, así que todo tenía un beneficio y debíamos comerlo, esa misma escuela usé con mis hijos.
jajajaja pobrecita, tener que comer todo eso jejeje
ResponderEliminarCreo que es táctica de mamá incluida en la programación. Porque mamá hacía lo mismo, nos decía todos los beneficios de la comida, decía que ella así lograba comer incluso lo que no le gustaba.
A mí no me gustaba la sopa de verduras y cuando le preguntaba que hay de comer, ella contestaba: una rica, deliciosa y nutritiva, sopa de verduras!
y a aguantarse! :)
Me sentí en mi niñez cuando mi mami nos preparaba comida y nos sentábamos a comer, me transporté en el tiempo con esta historia, a mi me pasa con cualquier parte que venga del cerdo, no me gusta comerlo.
ResponderEliminarSaludos
Pues a mí me encantaron desde que me los dieron por primera vez. Yo, al revés que tú, nunca pensé mucho en qué era lo que estaba comiendo. O sea, sí lo sabía pero poco me importaba... y es que a la sazón de mi madre no había quien se resistiera. Tu historia me ha hecho recordar el olor de su cocina...mmmmm!!!!
ResponderEliminarBueno, yo le tomé asco al pollo durante un tiempo porque mi mamá los criaba y luego veía todo el proceso hasta que terminaba en el plato y no lo podía soportar... Creo que en cuanto a esto, yo tampoco podría comerlo.
ResponderEliminarUh bueno, no te preocupes, Nívea..yo ya era adulta cuando aprendí a comer sesos.. Ahora me encantan, en todas sus formas, pero cuando era niña prefería cualquier castigo antes que comérmelos.
ResponderEliminarFuí criada en tiempos diíiciles por lo que teniamos que comer lo que encontraramos, año 29 crisis mundial, lo mismo me gustaba una perdíz que unos sesos, pero ya adulta, mi cuñado era amigo del administrador del matadero de mi ciudad, se aparecía con viceras de res que obtenía de regalo, llevó tantos sesos a mi casa, que ya mamá no encontraba forma de prepararlos, hasta que tuvo la idea de licuarlos, hasta allí llego mi disposición para seguir comiendo sesos.
ResponderEliminarElizabeth, tu historia me llevó a cuando mis hijos estaban pequeños, con lo de los platos y las figuritas, además seguí la misma táctica que tu mamá.
¡Sesos licuados! ay no Ylba, ¿y eso a qué sabe?
Eliminarhuy, yo si di batalla para comer, ni me imagino que me obligaran a comer cesos, una vez en una matanza de cerdo mi papá y sus amigos agarraron el los cesos del cerdo, lo adobaron con limón y mojito picante y se lo comieron crudo, huy, solo recordarlo me enferma, pero el resto de las recomendaciones de tu mami me encantan
ResponderEliminarJajajajajajaja, nunca había pensado en eso Elizabeth, comerse un plato de un órgano que gobierna una vaca está de lujo jajajajajaja.
ResponderEliminarTu historia con el seso es la misma que la mía con el hígado, no había poder humano que hiciera que me gustase, al final mi mamá tiró la toalla y dejó de dármelo, es que yo sufría demasiado al comerlo.
Qué lindo método de tu mamá, de haberlo leído 40 años atrás, Loly comería de todo.
ResponderEliminarA mi me encantan todas las vísceras de la vaca, muero por un estofado de lengua o lengua guisada, me encanta el riñón preparado de todas las maneras posibles, el corazón, hígado, menos el bofe que nunca se ha presentado la oportunidad de probarlo.
Comentario de Joseph:
ResponderEliminar¡Gracias Sra. Madre porque usted jamás preparará uno de esos platos!
Que curioso... mi mamá también es profesora y usaba esas mismas tácticas para que nosotros comiéramos. En ese entonces éramos siete hermanos, ahora somos 8. :D
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