lunes, 15 de septiembre de 2014

La belleza y el Maestro

La noticia de la muerte de T. llegó a nosotros por casualidad y para entonces ya hacía por lo menos un año que había ocurrido. Profesor por vocación, T. les enseñaba a sus alumnos todo sobre la belleza: cómo apreciarla, cómo estudiarla, cómo aprehenderla, cómo vivirla y, más importante aún, cómo compartirla. Estos, a cambio, le llamaban Maestro. 
T. era también un buen amigo, de esos que que te acompañan a donde quiera que vayas, pegados a tu piel, dentro de tus células; de esos que viven cada día contigo aunque la amistad lleve tierra, mar y tiempo de por medio. Por eso nos sorprendió tanto la noticia. ¿Es posible que algo que es parte de ti ya no esté más ahí? 
Ese día en que nos enteramos de su deceso, fuimos de paseo por la ciudad. Era algo que teníamos ya planificado. No lo hicimos por él; lo hicimos, como siempre, con él. Con él fuimos camino al Barrio Gótico evitando las Ramblas cada vez más intransitables. Con él bajamos por el amplio Portal del Ángel, bordeamos el museo de Dalí y nos detuvimos a contemplar el mural de Miró frente a la Catedral. Seguimos avanzando juntos por la avenida Laietana, de trazo y nombre romanos, y ya sintiendo el cansancio y esquivando a duras penas los olores que salían de los muchos locales de comida abiertos a esa hora, enfilamos por una calleja tan concurrida como todas hasta entrar finalmente en la iglesia de Santa María. Si hay un lugar donde se puede escapar un tanto del sol, el calor y la marea humana de esta ciudad, ése es sin duda la llamada Catedral del Mar. Allí nos sentamos unos minutos en sus bancos de madera con ánimo de apaciguar los espíritus y reposar los pies.
Como cada vez que la visitamos, entre sus muros casi desnudos vimos unos pocos devotos que rezaban a los pies de las imágenes, turistas por miles que iban y venían sorteando las columnas, un coro que ensayaba a media voz en el altar para el concierto que interpretaría esa noche y un mercader, el habitual, que ofrecía velas y postales al lado de una señora, la de siempre, que pedía una moneda para comer. 
Al poco de estar ahí sentimos -obra y gracia sin duda de la paz de esas piedras, ajenas al mundo que contienen- que era un buen lugar para encender una vela en nombre del amigo ido: mínima ofrenda de luz al alma que siempre la llevó consigo. 
Fue tan simple como comprarla y colocarla entre las otras que ya ardían, acercar el fuego al pabilo... y en ese instante, con total sincronía, sentir estallar la belleza en torno nuestro: desde el altar a nuestras espaldas las voces del coro, hasta entonces apenas audibles, entonaron el Aleluya de Händel desplegando tal potencia y virtuosismo que fue inevitable sonreír. 

23 comentarios:

  1. Elena me has hecho buscar el Aleluya de Handel en Youtube para disfrutarlo, realmente hermoso!

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    1. Es maravilloso, Loly. ¿Te imaginas esa explosión de sonido justo en el momento de encneder la vela? Aún lo recuerdo y se me eriza la piel :)

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    2. Y si es en vivo mucho más Elena! yo no creo haberla escuchado interpretada en directo por un coro, debe ser fenomenal!

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    3. Yo nunca la había escuchado en vivo hasta ese momento y nunca la he vuelto a escuchar. La impresión fue bien fuerte!

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  2. Coincidentemente dos cosas que me gustan La Catedral del Mar, por la novela, ya sabes. Y el Aleluya de Händel, que tiene que ver con mi entrada de hoy ;)

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    1. Ahora voy a leerla, Miriam. :) Me alegro mucho que compartamos gustos aunque yo la verdad es que no pude terminar la novela. Me disgustó la manipulación tan evidente a la que quería someterme el autor. Que todos manipulan, lo sé, pero unos lo hacen más sutilmente. :)

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  3. Aleluya de Händel mientras se enciende una vela debe ser la sensación mas sublime del mundo.Saludos

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    1. No sé si del mundo, Christian, pero una de las más sublimes que yo he experimentado sí. :)

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  4. Me gustó mucho que el acto simbólico de encender la vela fuera acompañado por la justa apreciación de la BELLEZA del momento y el lugar... precisamente la materia de estudio del maestro fallecido. Quiero decir, lo concibo como un momento ideal. A la memoria de estas grandes personas que no se fueron del todo, y que viven aún en las mentes de quienes les aprecian o les quieren.

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    1. Captaste muy bien la idea del texto, Alex. Comienza y termina con la belleza, como la vida de este maestro. Sí, sin dudas deberíamos perpetuar de alguna forma su memoria para quienes no tuvieron la suerte de conocer personas así.

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  5. Elena, no pude responderte en el primer momento, quizás por ser la primera intervención o porque lo profundo de tu escrito me dejó pensando, la muerte es siempre algo que impacta, pero unida a la belleza la vemos como algo natural.
    Aunque ya había escuchado en otros momentos el Aleluya de Hándel, lo hise de nuevo, valiéndome de Youtube, y puedo decirte que fué la primera vez que pude apreciarlo en toda su belleza.
    Me imagino lo que sentieron Ustedes en ese lugar , a la luz de esa vela y en ofrenda a un amigo tan querido.

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    1. Pues fue un momento de esos que te pone los pelos de punta, Ylba. El Aleluya es un tema hermoso que vale la pena revisitar de vez en cuando. Muchas gracias por tu comentario, me alegra mucho que te haya gustado mi publicación. No siempre es fácil contar una experiencia y hacer llegar lo que uno quiere al lector. :)

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  6. Justamente iba a preguntarte si era la catedral del mar, porque una foto similar (por cierto, me imagino que tomaste tú esta y está preciosa), está en la portada del libro de Falcones

    Tu anécdota, me hizo recordar que hace poco fui al velorio de una persona muy querida. Cuando estaba ahí me puse a hablarle y agradecerle por haberla conocido. Sé que pudo ser mi imaginación pero yo sentí una caricia en el hombro tan hermosa que bueno....

    saludos Hilda

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    1. Hilda ¿Y tú crees que eso es posible? que ese alguien estuviera allí y te tocara? me gustaría saber tu opinión.

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    2. ¿hablando en serio? claro que fue posible, somos espíritus encarnados con una alma corpórea. Al morir el cuerpo, el alma está y la dimensión espiritual coexiste con la dimensión material.
      Estoy segura que mi amiga percibió el amor fraterno que le estaba mandando con mis pensamientos y me "tocó" para que supiera que el mensaje había llegado.

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    3. Me ha gustado la feliz coincidencia del momento de encender la vela, el coro en vivo cantara y más que nada que en la mente de Elena ese momento ha quedado perennizado con su propia banda sonora improvisada pero genial.

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    4. Hilda, ese tipo de anécdotas no deja de sorprenderme. Hay coincidencias que siempre nos hacen pensar en qué habrá más allá... Me imagino cómo te sentiste. :)

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    5. Eso fue, Elizabeth, una feliz coincidencia. :)

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  7. Me ha encantado Elena!!! Sobre todo porque soy maestra y me encanta serlo!!!! y es que es una profesion que exige mucha vocacion y poder dejar un recuerdo asi de profundo en tus alumnos es un reto y una recompensa...precioso en verdad!!!!

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    1. Esa es una reflexión que a varios aquí nos toca fibras muy sensibles. Es cierto, dejar huella en un alumno es la mayor bendición que puede tener un maestro, y esta huella que nos platica Elena, debe ser algo muy satisfactorio.

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    2. Es cierto que tenemos varios maestros en este grupo! No lo había pensado al escribir el texto, pero ahí queda, como homenaje. :)

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  8. Maravillosa la anécdota, y debo decir que si me llega a pasar a mí, me desmayo :D

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    1. Soy impresionable, Tere, pero no como para desmayarme, jajaja. Creo que sólo me he desmayado un par de veces y por episodios puramente físicos, nada emocional. :)

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