lunes, 22 de diciembre de 2014

El día en que se me cayeron las alas del corazón

Ñaño, qué palabra extraña para llamar a un hermano. No creo que a mis hermanos les hubiera hecho gracia que los llamara así, a ninguno. Sí, tengo varios. Cinco para ser exactos. Todos son mayores que yo, por lo que si había algún sobrenombre siempre me lo colgaban a mí, aunque con el tiempo, por suerte, terminamos usando entre nosotros un “mi herma” lleno de cariño y respeto.

No les voy a hablar de todos mis hermanos, sino solo de uno. Si  bien entre todos siempre mantuvimos buenas relaciones, este es quizás el más cercano a mí. Era el único que vivía conmigo cuando yo era niña y, claro, siempre quise ser como él. Tiene doce años más que yo y lo imitaba en todo, lo tenía de ejemplo a seguir. Si mi hermano traía un disco de Los Beatles, yo me aprendía todas las canciones a fuerza de escucharlas; si montaba en bici, yo quería una; si ponía un póster en su closet, yo ponía otro en el mío; si usaba camisas de seda, yo se las birlaba de vez en cuando para ponérmelas... No quería competir con él, quería ser como él. No sé, la verdad, cómo me tuvo paciencia durante tantos años de convivencia. 

Claro que por la diferencia de edad, pocas eran las actividades que compartíamos más allá de vivir bajo el mismo techo.  Alguna que otra vez íbamos en familia a comer a algún restaurante o a pasarnos el día en la playa, pero poco más. No era de extrañar: él tenía su grupo de amistades, sus gustos y andaba ya detrás de las chicas cuando yo aún estaba aprendiendo a leer. No sé si él lo ha sabido alguna vez, pero yo guardaba (y aún guardo) el recuerdo de esos momentos en su compañía como uno de mis tesoros personales.

Por eso se me hizo tan especial que un día me invitara a ir al cine, él y yo solos. Tendría yo unos siete u ocho años y recién habían estrenado una peli de animados japoneses (“Los falsificadores”, la titularon en la isla aunque el título original era “El castillo de Cagliostro” de la serie de Arsenio Lupin III, de Miyazaki Hayao). Él también la quería ver y se ofreció a llevarme a verla el siguiente viernes.

Esto me lo dijo como una semana antes y se imaginarán que estuve varios días que casi ni dormía de la emoción, no tanto por ir al cine sino por ir con él. Quería estar lo más preparada posible para ese día. Con mi mamá, escogí el vestido que me pondría, cada tarde lustraba mis mejores zapatos, le preguntaba a todas mis amiguitas si ya habían visto la película y les pedía que me la contaran... 

El miércoles, faltando apenas dos días para la salida con mi hermano, vino mi padrino a casa. Venía a ayudarme con los estudios pero yo estaba tan entusiasmada con la perspectiva de ir al cine que no tenía cabeza para aquello. Mi padrino, malinterpretando mi excitación, me dijo que si yo quería tanto ver esa película, pues que en lugar de estudiar él podía llevarme a verla esa misma tarde. Y yo le dije que sí, porque pensaba que así tendría la ventaja de ya conocer la peli y podría disfrutar mejor del tiempo con mi herma.

Ese día, cuando regresaba con mi padrino a casa, vi la bici de mi hermano recostada a la puerta de entrada e inmediatamente supe que algo iba a salir mal. Yo no contaba con que él regresara temprano pero allí estaba, esperándome, con cierta decepción en la mirada. Entonces, para mi horror, me dijo que si ya había visto la peli pues no había necesidad de que volviera a verla con él, que ese viernes iría con sus amigos al cine. ¡Por mi impaciencia lo había echado todo a perder!

No podría contarles cuánto lloré esa noche y la siguiente, ¡y la noche del viernes! Mi madre intentaba calmarme pero no hizo nada para que mi hermano cambiara de opinión. Era una lección que me tocaba aprender y ella lo sabía. La vida luego me ha seguido poniendo a prueba y me ha soltado más de un golpe por mi tendencia a apresurarme, pero les aseguro que ninguno ha sido tan duro como aquel. 

Aquí, en mi sexto cumpleaños, con tres de mis hermanos.
El de esta historia es el que está en medio.

16 comentarios:

  1. Que enseñanza más dura Pelusa, me imagino el dolor que tu misma acción produjo en ti, pero eras muy pequeña para prever lo que se vendría encima.
    Seguro que todos tus hermanos te consentían mucho, eras tan pequeña al lado de ellos y cómo se nota tu felicidad en ese sexto cumpleaños :)

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    1. Sí, Miriam, fue duro para mí y aún lo recuerdo como una enseñanza de las más fuertes... Yo creo que mi mami me dijo en algún momento que mejor esperaba a ir el viernes con mi hermano, pero yo no hice caso. ¿Impaciente yo? ¡De toda la vida!
      Y sí, yo era la niña de la casa, claro :) El que menos, me llevaba unos 12 años.

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    2. :D y ¿sigues siendo impaciente? Yo para algunas cosas, como cuando espero a alguien, o estoy en la fila del supermercado o en un banco, pero para citas como la tuya, espero lo necesario porque cada día que pasa aumenta la emoción.
      Que pena que no hicieras caso a tu mami, pero bueno, creo que lamentarse no es bueno, mejor pensar en lo que siguieron disfrutando tu hermano y tú.
      Me imagino la locura de todos por ti, incluyendo a tu papá.

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    3. Oh, sí, Miriam. Los que me conocen saben que no pueden darme un regalo antes de tiempo, "para que lo abras el día tal", nunca aguanto la impaciencia.
      Sigo siendo impaciente, pero ya no hago locuras como esta. :)

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    4. Ahhh ve pues, ¿eso será impaciencia o curiosidad? Bueno, tal vez las dos :D

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  2. yo tampoco había usado esa palabra Elenita, es más, no la conocía y me suena muy raro llamar a alguien así jejeje pero había que aprovechar la palabra para la ñ jejeje

    ouch, que fuerte experiencia, definitivamente la impaciencia y apresurarse nunca es buena. Yo también he sufrido las consecuencias de ello, hay una en especial que no puedo recordarla sin dolor. Pero bueno, a veces, solo así aprendemos.

    Por cierto, sin menospreciar al resto de tus hermanos, el que está ubicado a la izquierda, viendo la foto de frente a mí, está muy guapo.

    Y que linda foto, veo que tus hermanos te llevaban muchísimos años.

    Yo solo tuve un hermano y a veces prefiero olvidar su existencia

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    1. No, la impaciencia no es nada buena. Yo lo vengo aprendiendo desde chiquita, ya ves ;)

      Mis hermanos todos son muy guapos, la verdad. Ese del extremo izquierdo (el más bajito de los tres en la foto) es el que más se parece a mi papá cuando era joven. Tenía a quién salir, jejeje

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  3. La experiencia fue muy dura, pero todas ellas sirven para reflexionar y tratar de mejorar.

    Soy también la reina de la impaciencia aunque trato de mejorar la mayoría de las veces puede conmigo.

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    1. Ese puesto de reina de la impaciencia tiene varias candidatas en este grupo, una de ellas es Loly :)

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    2. Y ya ves que ha sido hereditario Elena jajajaja

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  4. Ay qué duro Elena! yo habría llorado hasta en el momento que escribía la historia, sólo de pensar en lo que me dolió en aquel momento.

    Realmente había muchísima diferencia de edad entre tus hermanos y tú, con el menor tenías casi la misma diferencia que tenemos mi hermano y yo, pero ya habrás notado que la madurez nos llega por igual y que ahora siendo adultos podemos compartir sin problemas.

    Por cierto, ¿es tu hermano de la historia quien escribe a veces en tu FB?

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    1. Loly, ya no es tiempo de llorar por eso. Mi hermano es una de las mejores personas y de las más generosas que conozco, y la verdad es que siempre ha sido excelente conmigo.
      Tengo dos hermanos que publican en Fb, uno de ellos es este de la historia (René) y el otro es el que está en el extremo izq de la foto (Jorge).

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  5. Elena, creo que se me irían los días disculpándome, y muchos sin comprender por que no espere...pero al cabo de los años, tal vez esto te dio una fortaleza,pues entre mi dolor y la tristeza que cause, seguro es un aliciente para el empeño en ceder a la impaciencia.

    Abrazo

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    1. Yo soy muy dada a la impaciencia, Luisa, pero eso de disculparme siempre ha sido muy difícil. Creo que fue este mismo hermano de la historia quien me dijo alguna vez que eso de las disculpas no sirve de nada, que en general había que comportarse de modo que no hubiera que pedir disculpas.
      Abrazo!

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  6. Noooo, no no no...me niego!

    Tu historia parece salida de Corazón, de Edmundo D'Amicis...

    Como me hubiera gustado tener hermanos varones mayores!!!! Que hermosa foto! Tenés una cara de nena inquieta como ardilla que no podés con ella! Bellisima!

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    1. Jajajaja! Corazón! Ufff! Me llevaste a esa época de la foto, alguien me lo regaló en ese momento y lo leí de muy niña pero ya poco recuerdo de él.
      Inquieta yo? Hmmm. No lo sé. Yo era una niña buena, leía mucho, lo que quiere decir que pasaba mucho tiempo sentada o tumbada con un libro.Cuando me paraba de ahí es cuando no me acuerdo, pero imagino que sí. :)

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