A veces se me dificulta encontrar anécdotas para estas palabras. Al océano como tal lo he visto solo desde la ventanilla de un avión. Mi esposo ha cruzado en barco el Atlántico al menos dos veces y tiene una anécdota buenísima con el Ártico, pero yo nunca me he ido de crucero por ahí y los barquitos en que he montado nunca han salido de un lago o una bahía, que para más señas, no salía al océano abierto sino a algún mar. Mares sí he visto: el Caribe, el Mediterráneo, el Mar Interior de Japón, pero me figuro que el océano deba ser algo completamente diferente. Bueno, tan distinto no será cuando ha de tener agua salada, peces y gaviotas igual que los mares, supongo, pero alguna diferencia ha de haber, ¿no? En fin, que lo más cerca que he estado de un océano ha sido del Pacífico. Les cuento.
Yo pasé los primeros 27 años de mi vida en mi Habana natal, con el Caribe por compañero constante y protagonista de muchas de mis aventuras, hasta que un día de finales de enero de hace ya una década cambié radicalmente de paisaje en las menos de dos horas que duró el vuelo al DF. Desde allí, una de las mayores moles de cemento que he visto en mi vida, el mar es más o menos una leyenda.
Yo pasé los primeros 27 años de mi vida en mi Habana natal, con el Caribe por compañero constante y protagonista de muchas de mis aventuras, hasta que un día de finales de enero de hace ya una década cambié radicalmente de paisaje en las menos de dos horas que duró el vuelo al DF. Desde allí, una de las mayores moles de cemento que he visto en mi vida, el mar es más o menos una leyenda.
No volví a salir de la reseca Ciudad de México en los próximos tres años y les miento si les digo que pensé en el mar alguna vez en todo ese tiempo. La vida allí era tan diferente y ocupada que no me dejaba mucho espacio para las nostalgias, la verdad.
Luego me vi de nuevo en un avión rumbo a Japón, esta vez fue un viaje de 18 horas, y mi paisaje volvió a cambiar. Si bien Tokyo es tan jungla de concreto como el DF (aunque más hacia lo alto que hacia lo ancho), yo vivía a 30 minutos de la capital en la grácil Tsukuba, un oasis disfrazado de pequeña ciudad universitaria con una clara orientación ecologista, llena de lagos, parques y caminos para ciclistas.
Luego me vi de nuevo en un avión rumbo a Japón, esta vez fue un viaje de 18 horas, y mi paisaje volvió a cambiar. Si bien Tokyo es tan jungla de concreto como el DF (aunque más hacia lo alto que hacia lo ancho), yo vivía a 30 minutos de la capital en la grácil Tsukuba, un oasis disfrazado de pequeña ciudad universitaria con una clara orientación ecologista, llena de lagos, parques y caminos para ciclistas.
Mientras duró la estancia allá aprovechamos para viajar un poco por el archipiélago, a conocer otras ciudades o a visitar amigos. Una de estas visitas nos llevó a Yokohama. Nuestro anfitrión nos había preparado un tour por la ciudad y, como parte de este, dimos un paseo en lancha por su histórica bahía. Esta, como la habanera, es una bahía de bolsa, pero a diferencia de la de mi tierra, esta sale a un océano, al Pacífico. Si alguna vez he estado cerca de un océano, pues, ha sido en esa ocasión.
La nota más memorable de ese momento, sin embargo, fue el reencuentro con el mar. Tantos años sin verlo y de pronto allí estaba, un rumor azul salado, llenándolo todo delante de mí, llenándolo todo dentro de mí. Entonces descubrí cuánta añoranza guardaba en mi interior por él. A pesar de que no lo había extrañado concientemente, ese día me di cuenta de que mi cuerpo y mi alma echaban en falta, ¡y mucho!, su cercanía.
La nota más memorable de ese momento, sin embargo, fue el reencuentro con el mar. Tantos años sin verlo y de pronto allí estaba, un rumor azul salado, llenándolo todo delante de mí, llenándolo todo dentro de mí. Entonces descubrí cuánta añoranza guardaba en mi interior por él. A pesar de que no lo había extrañado concientemente, ese día me di cuenta de que mi cuerpo y mi alma echaban en falta, ¡y mucho!, su cercanía.
Estás como yo, el océano no, pero el mar sí Por cierto, debieses contarnos esa anécdota sobre el ártico :)
ResponderEliminarjajajaja ah si, para alguien que tiene cerca el mar, definitivamente el DF es un monstruo impactante!!
Así es la vida, la añoranza por las cosas las tenemos siempre aunque sean inconscientes
Ah, no, Hilda. Esa anécdota es de mi esposo. Algún día se animará a escribir sobre eso. :D
EliminarA mí me sorprendió la intensidad de esa añoranza. Sabía que lo extrañaba, pero no cuánto!
jajaja dile que se una al blog para conocerla jajaja
Eliminarjejeje, es que creemos que las cosas están olvidadas pero a veces son más fuertes de lo que pensamos jeje
Qué contraste Pelusa! De Cuba a México y de México a Japón, yo más que pensar en el océano pienso en las culturas, jajaja, pero claro ésta es la entrada de la palabra Océano y aunque no es común que naveguemos por él, lo viste desde lo alto :D
ResponderEliminarY de Japón a Europa, España, que es otro mundo completamente diferente. ;)
Eliminar¡También! Eso te hace experta en cultorología, jajajajaja. Besos!
EliminarEs que vivir en cerca de la playa y luego dejar de observar el mar, cuesta y como tú dices no nos damos cuenta de cuánto lo extrañamos hasta que lo volvemos a ver.
ResponderEliminarHe conocido personas que no tienen el privilegio de conocer el mar, solo lo han visto en fotos o por televisión.
No me imagino cómo sea no conocer el mar, Angélica. De niña, había un cuento pequeño en algún libro de literatura de la escuela, que hablaba de un pajarito que vivía en el campo y un día, por un ave migratoria, conoció del mar y desde entonces ansiaba verlo. Se construyó un barquito y fue río abajo hasta el mar. No recuerdo cómo termina la historia, no más espero que no se haya ahogado el pajarito curioso, jejej
EliminarYo nací en un pueblo costero y tuve al mar por compañero durante toda mi infancia, por ello no comprendía bien el entusiasmo de mis primos cuando llegaban a veranear en casa hasta ahora, que vivo en la ciudad, a una hora del mar, ver la emoción de mis hijas cuando llegamos a la playa y se sumergen en el mar no tiene precio!
ResponderEliminarElena, al igual que Miriam, me maravillan los contrastes de culturas a las que te has tenido que adaptar, tengo una sana envidia por tus experiencias.
Y pregunto, ¿Se considera océano lo que no llega a tocar la tierra y mar a lo que rodea el perfil costero? ¿esa es la diferencia?
Es cierto esto de que el mar es superficial y el océano profundo, pero yo considero mares los que así están señalizados, el Caribe, el Mediterráneo, el Báltico, el Cantábrico... Porque hay costas en donde el mar no tiene otro nombre que el del océano, como sucede en la costa este de Japón, por ejemplo, o en la oeste de América, o en las aguas que circundan Australia.
EliminarPor ahí andas Loly, recuerdo que para hacerle más simple a mis pequeños alumnos les decía:
ResponderEliminarEl mar cubre parte de la superficie de la Tierra por lo tanto es superficial.
Océano es una masa ingente de agua y con mayor profundidad, separa a los continentes.
Sigues siendo muy inteligente hija, ja ja ja.
Gracias por compartir tus enseñanzas Angélica, algo así pensaba pero no estaba segura :)
EliminarJajajaja gracias mami, se ve que mis profesores de geografía no me dieron ese tip, pues no recordaba la diferencia, es bueno tener una mami profesora jejeje.
Eliminaryo suponía que mar era cerca de las costas, que bueno que tenemos una profesora como la sra. Angélica María, para ayudarnos, gracias!!!
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