lunes, 15 de diciembre de 2014

En el Malecón

Uno de los lugares más conocidos de la Habana es su malecón, el muro largo y bajo que bordea una buena parte de la ciudad. Es una frontera que por la mucha convivencia ya se percibe como natural entre la tierra y el agua. Es un (mal) contenedor de sueños y añoranzas; los unos de miles de habaneros y las otras del propio mar que, buscando recuperar lo que antes era suyo, de vez en cuando desafía al muro, lo embiste de mil maneras y hasta lo cruza para perderse tierra adentro, como a veces también hacen los hombres pero en la dirección contraria.

El malecón es, además, uno de los espacios más queridos y frecuentados de la ciudad. No creo que haya un habanero que no cuente con varios recuerdos relacionados con él. Es lugar de pesca en la mañana, de paseo en familia, de descanso en medio de la jornada, de romance en pareja, de alegrías con amigos, de reflexión en solitario, continuación de casi todas las fiestas... Al malecón se va a muchas cosas, y se va mucho. Siempre, de día o de noche, hay gente a su vera. 

Mientras viví en la isla, yo era también una de sus habituales. Iba con frecuencia, sola la mayoría de las veces. En la tarde, cuando el sol ya no castigaba tanto, me sentaba en el muro, me quitaba los zapatos y descolgaba los pies hacia el lado del agua. Ahí, entre el murmullo constante del vaivén de las olas y el olor a sal y algas, encontré un sitio ideal para pensar y para leer. No había nada mejor que tumbarse sobre el muro, con la mochila a modo de almohada y sumergirse en un buen libro. El mar se tragaba el ruido de los coches, las voces de la gente. Sólo quedábamos el libro y yo, sin otra compañía que la del mar. 

Fue en una de esas ocasiones cuando noté por primera vez las nubes. Estaba, como les digo, tumbada sobre el muro, cerré el libro que estaba leyendo por un momento y entonces las vi justo sobre mí. Nubes, muchas nubes que venían desde el mar. Avanzaban lenta y solemnemente en dirección a la ciudad. Eran nubes bajas, más o menos del mismo tamaño, equidistantes entre sí y con una característica especial: no sé si era efecto del mar, quizás del viento, pero todas sin excepción eran planas por la parte de abajo. 

Me quedé fascinada mirando ese fenómeno en el que nunca antes había reparado. Puede que fuera influencia de lo que leía, una historia de ciencia ficción, pero me pareció clarísimo que estaba en presencia de una invasión extraterrestre. Aquellas no eran nubes sino naves de otro planeta que, camufladas de esa forma para no ser reconocidas, iban adentrándose en nuestro territorio. ¿La prueba? Aquella sospechosa forma plana en su parte inferior. De ahí sacarían luego los apoyos para aterrizar. ¡Era evidente!

La impresión me duró poco, unos momentos no más. La vida de la ciudad no permite que este tipo de sueños se extienda demasiado, pero lo cierto es que aún hoy cuando veo nubes de esas características no puedo evitar pensar en la invasión extraterrestre que se nos viene encima, lenta, solemne, inexorablemente...

Crédito de imagen
(La imagen no es muy buena, pero es la que mejor permite ver las nubes planas de que les hablo.)

21 comentarios:

  1. Elena, no hay un Habanero, ni un visitante que no guarde un recuerdo de ese malecón, yo guardo uno muy querido de mi primer viaje a la Habana, sin nubes que lo opaquen,

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    1. Es que es un lugar especial, Ylba. Inolvidable! Algún día espero que nos cuentes tu historia en el Malecón.

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    2. Y yo no conozco La Habana Elena, y mira que en una oportunidad estuve a un tris de viajar para allá, pero no recuerdo que pasó y se truncaron mis planes.

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  2. El malecón de tu país se asemeja al nuestro en Guayaquil, es muy extenso, 2.5 Km. y siempre está muy concurrido e invita a soñar por el cielo que parece termina unos km más allá.

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    1. Angélica María, el de la Habana creo que tiene casi 8 kilómetros. Rodea casi toda la ciudad. Y sí, es un lugar para disfrutar y soñar!

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    2. 8,5 km de malecón! Elena eso es muchísimo ¿alguna vez los recorriste por completo?

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    3. En un solo paseo no, Loly, no creo, pero en todos esos años debo haber estado en cada pedacito de ese muro seguramente, jejee

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  3. Ayyy prima!!!!!!!! Si el Malecon hablara cuantos romances contaria!! Cuantos suenios, desencantos, esperanzas...cuantas historias de adolescentes, de universitarios que van a el luego del obligatorio helado en coppelia y la no menos obligatoria peli en el Yara o La Rampa!!!!!!!!!

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    1. Casi que es mejor que no hable, Kare! jajajajaja!
      El Malecón es de mis sitios más queridos, sin duda. Nostalgias, nostalgias!

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  4. Que lindo lugar para reflexionar y leer, además de los otros usos, jajaja, al principio me dio un poco de temor, ¿cómo podías recostarte ahí sin temor a caer en el mar? pero ya veo que es ancho y muy bien puedes hasta dar vuelta :)
    Las nubes son hermosas, siempre que sean blancas, las negras no me gustan.

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    1. Sí, Miriam, es lo suficientemente ancho como para no correr peligro al sentarse en él. Y tampoco está el mar justo tocando el muro. En la mayor parte del malecón hay rocas entre el muro y el mar, de las rocas comunes en las costas y que en la isla llaman "diente de perro" por lo filosas que son.

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    2. Mmmmm, entre caer en el mar y caer en las rocas, creo que me inclino por la primera opción Elena jajajajaja

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    3. Uy más miedo Pelusa :) como dice Loly, sería preferible caer al mar.

      Cómo se nota que nunca he estado en un malecón, jejeje.

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    4. Tal vez mi pregunta demuestre una total ignorancia en geografía Miriam, pero ¿no hay malecones en Guatemala?

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  5. Uno de los lugares a donde me gustaría volver! Que emblemático. Me gustó mucho este nuevo viaje a tu niñez. Me hubiera gustado conocerte en aquel entonces, nos hubieramos divertido mucho juntas.

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    1. Ah, en ese entonces era otra, Ceci. Hasta yo me echo en falta a veces, jejeje

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  6. Elena me encantó tu historia, ¿no estarías leyendo algún cuento de Asimov? :)

    Por otro lado, el primer párrafo me impresionó muchísimo, dijiste mucho y lo dijiste de la mejor manera posible, sencillamente me enamoró.

    Yo vivía también cerca de un malecón y no era raro que en tiempos de lluvias intensas, o durante el fenómeno del niño, el mar buscara recuperar sus antiguas posesiones, por lo que las olas golpeaban fuertemente las paredes del malecón, llegando a destruirlas y llegar hasta las primeras casas de la orilla. Es algo impresionante de ver.

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    1. Qué lindo que te gustó, Loly! Me salió del alma este texto :)
      Asimov? No sé, sé que era ciencia ficción, era lo que más leía en esa época.

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  7. jajajaja que imaginación Elena jajajaja no lo hubiera pensado al verlas pero en ese momento me imagino un poco de susto cuando las viste jeje

    a mí me gustan mucho las nubes blancas, siempre me recuerdan al turrón de los pays.

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    1. Ahora lo que me ha dado risa es tu asociación de las nubes con los pays, jajajaja! Cuando era niña, a mí me parecían algodón... pero de azúcar! :)

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    2. jejeje es acá el algodón de azúcar es de color rosa o azul, por eso no lo asocio tanto con el algodón de azúcar que por cierto me encanta. Y lo asocio con el pay porque mi mami hacía un pay que me encantaba y tenía turrón encima jeje

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