domingo, 7 de diciembre de 2014

O la lluvia o el trabajo

Recuerdo algunas anécdotas relacionadas con la lluvia, unas muy alegres y otras no tanto, hay una que apenas pude leer la palabra de la semana se me vino a la mente, ocurrió en el año 1997, estando nueva con pocos meses en mi trabajo, recuerdo que era soltera y vivía con mis padres en un sector de Guayaquil, que cuando llovía se inundaba la entrada del sector. Una mañana creo era martes o miércoles salía a trabajar y habíamos quedado previamente con un compañero de trabajo en vernos a las 8:00 en punto donde un cliente, un gran distribuidor de medicamentos para darle una charla sobre nuestros productos farmacéuticos a los vendedores. Era la primera vez que iba a ese lugar y salí temprano por las 7:15 agarré una gran avenida con rumbo a mi destino, empezó a llover torrencialmente, tanto que los carros ya no podían avanzar muy rápido si no mas bien lento uno atrás de otro hasta formar un gran atascón en pocos minutos y esta gran avenida estaba ya llena de agua, de pronto carros averiados enlentencian aun mas la marcha, en aquel entonces muy pocas personas usaban celulares y yo no era una de ellas, de tal forma que no podía avisarle a mi compañero que no podía avanzar así que tuve que treparme un parterre y dar la vuelta, situación que se me facilitó un poco porque el carro que manejaba era un Chevrolet Trooper y regresar lentamente a casa, cual no seria mi sorpresa al querer entrar al sector donde vivia y encontrarme con que ya no se veían las veredas, el agua lo cubría todo a su paso y como hay una gran loma justo frente a esta entrada ríos de agua bajaban de la loma con piedras y palos y allí ya habían cuatro o cinco carros averiados en medio del agua y el resto detenidos porque nadie se animaba a pasar porque los vehículos averiados no solo eran autos si no camionetas y carros altos, luego de estar como cinco a diez minutos allí decidí pasar por un costado, recordando las múltiples recomendaciones que mi papá siempre me hacia sobre el manejo, a mi una conductora en aquel entonces de solo un año y pocos meses de experiencia, con tan buena suerte que pude pasar y llegar a casa donde tampoco se veían las veredas pero tuve igual que calculando subirme a la vereda de mi casa y salir como pude, para encontrarme con mi mamá muy angustiada justamente por tan terrible tormenta y la preocupación de saber que estaba fuera, allí pase el día completo porque se suspendieron clases y toda actividad, incluyendo mi trabajo. Cuando en la tarde la lluvia cesó los destrozos eran grandes, sin embargo ese día Dios nos protegió enormemente me permitió llegar a casa sin ningún contratiempo y nuestra casa fue la única a la que no le entro agua en toda la cuadra.

4 comentarios:

  1. Esos días diluvianos son un verdadero caos, donde vivo no sucede eso, pero en otros lados sí, las pérdidas materiales son muchas y algunas veces una que otra vida. Era natural que tu mamá estuviera tan preocupada, gracias a Dios llegaste sin sufrir ningún percance, sana y salva. Como para no recordarte de ese día cuando se menciona la lluvia.
    Es una bendición contar con celulares en estos tiempos.

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  2. que horror!! menos mal pudiste regresar sana y salva!!

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  3. Ay, qué suerte que tuviste! Esos fenómenos suelen ser devastadores. Menos mal que pudiste regresar sana y salva. Ese día te graduaste como la mejor conductora!

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  4. Elizabeth tú y yo trabajábamos en la misma empresa por ese entonces y me tocó también salir con esa lluvia torrencial para acudir a una reunión con los médicos de cardiología del Hospital Vernaza.

    También corrí con mucha suerte, pues las calles que tomaban estaban completamente inundadas, había carros dañados por todas partes y, a pesar de que yo conducía un auto pequeño pude pasar sin quedarme botada. Llegué al hospital y pasé el video a los pocos médicos que habían alcanzado a llegar a su puesto de trabajo.

    Pero estoy segura de que si me hubiera pasado ahora, no me habría atrevido a salir de casa, es que cuando una es joven no mide las consecuencias y riesgos.

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