Tengo
tanto que decir sobre esta palabra relacionada con la mujer que nos
trajo a este mundo, que necesitaría páginas y páginas para decir todas
las aventuras que pasé al lado de mi mamá.
Por lo tanto, me dedicaré solo a mi relación con la palabra
En
mis tiempos, frase con la que comienzo siempre para que Ustedes puedan
entenderme, se comenzaba a ir a la escuela, después de los siete años,
comenzando por el primer grado, no existían Guarderías ni pre-escolar,
así es que nuestras madres solucionaban esa carencia, enviándonos a las
escuelitas, dirigidas por Señoras de edad casi siempre, unas que habían
sido madres y otras que nunca lo habían logrado, y pienso ahora que
para satisfacer esa necesidad maternal , se prestaban para enseñar y
dirigir a niños de otras personas, sin tener los conocimientos ni
experiencia indispensables para lograr educar a niños de esa edad.
A
mis seis años, mamá creyó conveniente que yo empezara a prepararme para
el próximo año comenzar la primaria, así es que me inscribió en una
escuelita que quedaba a media cuadra de mi casa, las mamas por regla
general nos preparaban para enfrentarnos con la susodicha Señora, no
aceptaban lloriqueos y menos malas caras, no podíamos hacer lo que hacen
los niños de ahora, que llegan a la guardería pegando gritos
desconsolados, para cuando regresa la mamá estar felices y no quieren
irse a su casa, pues al contrario debíamos quedarnos muy tranquilas
por el tiempo que fuera necesario hasta que supiéramos de memoria el
alfabeto y escribiéramos algunas palabras, como mamá.
A
pesar de la edad, las palabras de la madre eran órdenes, así es que
temblando y sin llorar nos enfrentábamos con la tortura., y digo
tortura, porque no era solo la cara de la Señora lo que temíamos, era
algo que ella colocaba sobre la mesa, una pieza de madera maciza, con varios
huecos, llamada PALMETA, la cual era
utilizada para castigar, no solo con un golpe seco en la palma de la
mano, sino según el grado de la falta en otras partes del cuerpo.
El
primer día, la tarea consistió en aprenderme las letras del abecedario,
así es que siguiendo a la Señora, comensé, a,b,c,ch, d.... mirando
hacia otros lados, sin siquiera fijarme en la forma de la letra, así la
primera semana ya podía nombrar las letras, luego vino el momento de
aprender silabas, comenzando por ma, ma y ma, luego debía formar con
otra igual la palabra mamá, todo iba bien, hasta que me tocó agregar una
letra mas, la e, cosa que me complicó de tal manera, que cuando me tocó
pronunciar la me, seguía diciendo ma, y luego otra letra mas la i, para
decir mima, la frase mamá me mima, debía ya conocerla, pero yo no podía
nombrar la me ni la mi, y siempre decía mama ma mama, lo único que
atraía mi mirada era lo que estaba sobre la mesa La Palmeta.,
Así
fue mi iniciación con la lectura, ni hablar de la escritura, ya que mi
mirada seguía fija en la Palmeta, de quien tenía un miedo terrible., en
esa ocasión no recibí ningún palmetazo, pero cuando entré en primaria,
la palma de mi mano siempre llegaba roja a mi casa.
Mi
segundo encuentro con esta palabrita, fue ya siendo madre, la disfruté
por algunos años con los tres varores, pero con las hembras, debido al
cambio de moda, que como en todas las cosas se impone, ya la palabra
mamá estaba como muy gastada, y las jóvenes decidieron cambiarla por
mamí, no me agradaba mucho, después de la lucha que yo había tenido para
pronunciarla, pero no me quedó mas que aceptarla, y la sigo aceptando.
Para
mi tranquilidad, fui abuela y dejé de oírla un poco, ya que hijos y nietos me llamaban abuela, me gustaba ya que el mami aún no lo asimilaba bien, ahora me llaman
bisabuela, para mis bisnietos abuelita, y me suena tan bella esa
palabra, mas que la otra la que me dió tantos contratiempos en mi niñez,
pero parece que la historia se repetirá, pues mi bisnieta menor, que
solo tiene año y medio ya comienza a pronunciar ma, lo que nos tiene a
todos alerta ya que esperamos que pronto pronuncie mamá.
Ylba, yo también recibí mis palmetazos con una regla, de vez en cuando me ponían de rodillas porque era muy inquieta.
ResponderEliminarA mi me encanta que me digan mami y mis nietas me llaman Noni.
Con razón eres tan indulgente con todas las travesuras de Ariana, si tú has sido igual de inquieta! Ya veo que la fruta no cae muy lejos del árbol jajajaja
EliminarAngélica M, Mi consuegra, que tiene la misma edad mia, se hace llamar Madrina por los nietos y bisnietas, a pesar de ser tan bello ese calificativo de abuela.
ResponderEliminarAdemás Angélica María, tu eres de unas cuantas generaciones antes de mi, eres mas moderna y en tu época, estoy segura estaban abolidas las palmetas.
ResponderEliminarSi alcancé Ylba a recibir castigo físico de parte de los maestros, ahora no está permitido.
EliminarSaludos. ¡De qué país es Usted?
Eliminar¡Es que esa palmeta da miedo! Lo que más miedo me da es que existía un instrumento de tortura específico para niños, ¡auch! En mi época de primaria no era bien visto que se golpeara a los alumnos, pero de todas formas alguno se llevaba un reglazo de vez en cuando.
ResponderEliminarMe encantó tu historia. Es muy curioso siempre comprobar cómo las cosas han ido cambiando con el tiempo. Yo entré a los cuatro años en la escuela, un poquito antes de tiempo porque la edad para entrar eran cinco, pero igual para cuando entré ya sabía leer y estaba aprendiendo a escribir. Mi madre se encargaba de enseñarme en casa. No recuerdo haber tenido problemas en especial con esto, me parece muy simpático (y hasta dramático) que la presencia de la palmeta no te dejara concentrarte más allá del ma. ¡Horror!
Otra cosa curiosa: siempre le dije mima o mami a mi mamá. Mamá no le dije nunca, me parecía muy seria la palabra. Lo que nunca supe es si a ella le gustaba o no. Mis hermanos mayores le dicen "pura" o "vieja" y se lo dicen con todo cariño. Eso sí que no me gusta, nunca le he dicho así.
Elena, En el trascurso de mi vida, he llevado tantos adjetivos todos cariñosos, últimamente mi hijo mayor y sus cinco hijos me llaman viejita, imitando a mi esposo que me llamaba así en sus últimos años de vida, una de mis hijas aún me llama mami y algunas veces Ylba, mi otro hijo que es muy apegado a mi y muy serio me sigue llamando mamá, una de mis nietas, con la que llevo una bonita relación, vive poniéndome sobrenombres en broma, algunos pasaditos, pero no importa como me nombren, siempre lo dicen con tanto amor, que todas esas palabras me parecen tan lindas, que me llenan de alegría.
ResponderEliminarPero si observas , antes no había esa relación entre padres e hijos, decirle una palabra distinta que no fuera mamá o papá, era una falta de respeto que no tenía perdón.
Te hablo del comienzo del siglo pasado, para ser mas exacta 1929.
Ylba en mi época ya no se acostumbraban los castigos físicos aunque debo reconocer que me gané una vez un reglazo en la cabeza por no atender en clases.
ResponderEliminarNo me imagino lo que debe ser eso de estar con toda la atención puesta en la palmeta mientras se trata de aprender, es que eso de que "la letra con sangre entra" me parece terrible.