Apenas
supe cuál era la palabra de esta semana se me vino a la cabeza casi de forma
inmediata el recuerdo que afloraría esta vez en este blog. Lastimosamente,
debido al tiempo y los ánimos, lo hago a lo último, pero no quiero quedarme sin
plasmar este recuerdo, disculpan la demora.
Debo
retrotraerme a una época en la que quizá no tendría más de 10 años, a un
humilde hogar cuya extensión del patio competía con creces con la del resto de
la casa; el mismo era casi en su totalidad cubierto por un enorme árbol de
mango de aceite cuyos frutos de maduros restallaban contra el suelo de tierra
milenaria dándole al lugar un contaste aroma natural y delicioso. Puedo ver
nítidamente, de nuevo, a mis tres hermanos mayores en la cocina, cada uno
preparando sus bicicletas, decidiendo de quién sería el turno de ir a buscar
los ingredientes para el desayuno. Con cierta benevolencia y una risa burlona
es mi Papá quien zanja el asunto y dice que será el tercero de sus
descendientes quien irá a buscar la caja de bananos, los panes y la bolsa de
leche a la tienda, no sin antes pasarse por donde mi tio quien además de una
droguería cuenta con una venta de periódicos, y una pequeña vitrina en la que
vende galletas, rollos de harina y demás delicias similares, para traer el
noticiero de la mañana que nunca faltaba en nuestro diario vivir. Mis otros dos
hermanos se resignan y aceptan que esta vez no se quedarán con el botín que mi
tio acostumbra a tener preparado: la recolecta de todos los trocitos de panes o
parva dulce que en ese entonces sabían a gloria.
Me
apresuro a darle alcance a mi hermano para irme con él en la parrilla de la
cicla y disfrutar de un viaje de 10 cuadras sumamente emocionante para mi mente
infantil, pero no cuento con su aprobación, ni con el permiso de mi Papá. Debo
entonces esperar con impaciencia su próxima llegada y estar muy pendiente para
que no me dejen sin mi ración de delicias. No alcanzo a ver a mi Mamá en este
recuerdo, supongo que sería un día de semana, por esa época en la que ella se
iba días y días que se hacían eternos a trabajar en una zona rural para subir
en el escalafón de docencia, sólo podía verla los fines de semana y era un
verdadero suplicio. Afortunadamente estaba la abuela, que aunque no reemplazaba
del todo el papel de madre sí lograba llenar muchas carencias afectivas y era a
la vez cómplice y compinche de cada uno de sus nietos, ya fuera para alguna
travesura, para excusarnos por algo malo que hiciéramos o para escondernos de
los castigos de Papá.
Mientras
todos mis hermanos se dedican a sus diversas actividades de niños, yo me quedo
viendo a ese hombre imponente y de porte algo rudo que desencaja ante mis ojos con
ese ambiente culinario en el cual no estoy habituado a verlo, se encarga de
lavar esmeradamente la licuadora y demás enseres necesarios para el gran desayuno. Él es sinónimo de
abundancia, sin importar la situación por la que esté pasando la familia, en
términos económicos, suele excederse al momento de brindar comida, de los pocos
peligros de acceder a comer de sus preparados está la típica incomodidad
estomacal producto del hastío. Sus tendencias excedentes le costaban una
oportuna reprimenda de mi Mamá cuando estaba presente, ella, que sí era la verdadera
experta en asuntos de la canasta familiar.
Me
voy al patio de tierra a ver cómo mis hermanos se descrestan lanzando el trompo
o chocando sus canicas y luego de algún tiempo les veo tirar sus juguetes a un
lado y correr rápidamente hacia la entrada de la casa para arrebatarle a mi
otro hermano recién llegado las provisiones que trae, se enzarzan entonces en
una batalla en miras de quedarse con los remanentes de parva más grandes o
sabrosos. Un grito de Papá que está preocupado por los materiales con los que
trabajará les frena su imprudencia y yo aprovecho la efímera calma para sacar
mi parte del botín, no menos llamativa que la de los otros.
¡Y
manos a la obra! Con suma diligencia mi Papá se aplica a hacer de la fruta jugo
y de los grandes panes rebanadas como si fuera lo más difícil de realizar para
luego con satisfacción por la labor realizada comenzar a llamar por el nombre a
cada uno de mis 5 hermanos, a la abuela y a quien estuviese rondando por la
casa para ofrecerle un gran vaso de jugo de banano espumoso con ricos panes de
leche como añadido.
Yo
era uno de los primeros, creo incluso, el que con mayor impaciencia esperaba ese
desayuno. No importaba que pudieran hacerlo a menudo, daba igual lo simple que
era, el sabor, el gusto que le sacaba, el ambiente y el alimento que se hacían
uno, me encantaba. Aún hoy lo es, si me preguntaran por el desayuno más rico que
haya probado hasta ahora, diría que es ese... un desayuno plagado de recuerdos
y hecho por la mano firme y fraternal de mi Padre.
En la imagen: Mi Papá, Mamá y Yo... en uno de los innumerables puntos de la casa antigua, hace tantos años ya...
ahhhhh, batido de paltanito, en cubano, me encanta, yo lo hago como premio, después de una buena cena, preciosa foto, muy guapos tus papás, mi desayuno favorito será eternamente huevos fritos, café y pan caliente, el queso, jamón o mantequilla puedn o no estar en el menú, pero me encanta desayunar huevos fritos, calentar el pan y un buen café
ResponderEliminarA mi también me gusta el desayuno que mencionas Vilma, es delicioso. :) Según voy leyendo los comentarios le llaman de distinta forma según el lugar en que uno se encuentre a lo que aqui se conoce como "jugo de banano".
Eliminarmi mamá me hacía un licuado de plátano con chocolate, miel y un huevo. Tooodas las mañanas antes irme a la escuela :)
EliminarQué linda historia Alex, esos recuerdos de la niñez son invaluables, porque la mente de un niño lo ve todo en dimensiones extraordinarias, aportando mucha magia en cada capítulo, me hiciste recordar algunas escenas similares con mis hermanos.
ResponderEliminarEn esa foto se nota el parecido que tienes con tu papá, es una imagen muy linda, gracias por compartirlo.
Miriam, así es, la mente de un niño agregando cosas a los sucesos que vive termina generando algo mágico en su mente. Mira que estuve hablando con mi hermano y me dice que lo del periódico no era donde mi tio, sino que él iba a otro lugar que se llama "El Club de Leones", en cuanto a los recortes de parva dice que no está seguro si los conseguía donde mi tio o en una panadería adjunta. La cosa es que al verlo que siempre llegaba con el desayuno y esas otras cosas, creí que por alguna razón las traía de donde mi tio, lo que es la mente deductiva de un niño. :D
EliminarAlex, nos tenías esperándo tu historia, esa que se desarrolla entre familias numerosas, donde la rutina se hace parte de la vida, en esos pueblos rurales donde el tiempo rinde para poder tomar un desayuno en familia, cosa que hoy por la prisa de vivir, hemos dejado de disfrutar.
ResponderEliminarUna linda historia, adornada con ese estilo especial que tienes para escribir, siempre con la abuela presente, que parece te mimó y fue cómplice de tus travesuras
Ylbita, tienes razón en ese entonces el tiempo parecía rendir para muchas cosas, sobre todo para las especiales. Hoy no tanto, pero bueno, hay que sacarle provecho a cada momento que se pueda disfrutar al máximo. :)
EliminarMi abuela era y sigue siendo la mejor en cuestiones de mimo y complicidad. :D
Aaahhh! Que linda la historia, el ambiente familiar, el patio con el mango dando sombra...! Y por supuesto, el desayuno salido de manos de tu padre. :) Me hiciste recordar los que me hacía mi padre, que era el experto en batidos de frutas en mi casa. Sus raciones, además, también eran así de abundantes... :)
ResponderEliminarMira que bien Elena, hay similitudes cercanas entre nuestras historias. Esa imagen de ese patio y sobre todo el "palo de mango" son inolvidables. :)
EliminarUhhh acá sería licuado de banana!! que rico, hace muchos años que no lo pruebo...adoré la foto! Es una recuerdo muy hermoso. Gracias por compartirlo.
ResponderEliminarAsí es Ceci, recuerdos valiosos. Aprovechando esta actividad para traerlos a colación. :D
EliminarAlex te pareces muchísimo a tu papá! cuando vi la foto por primera vez y sin fijarme mucho pensé que el que estaba recostado en la hamaca eras tú, fue luego, al leer el texto, que caí en cuenta de que era tu papá y tú el chiquilín que está en el frente.
ResponderEliminarEl batido de guineo es uno de los mejores desayunos que existen. Yo lo preparo con leche, miel y unas gotitas de esencia de vainilla, sabe a gloria!
Y muy lindos tus recuerdos de infancia, creo que es común que de pequeños todo nos parezca grande e imponente, ya luego al volver a nuestros lugares de antaño nos damos cuenta de que, ni la casa era tan grande, ni los sitios tan luminosos, ni las personas tan altas, pero lo importante es cómo los recordamos, y tú recuerdas esos desayunos como los mejores de tu vida, me alegro por ti y por tu papá :)
jajaja veo que no fui la única que pensó lo miso al ver la foto y tuvo que verla de nuevo :)
EliminarAlex, que hermosos recuerdos Y déjame decirte, eres el clon de tu papá, tuve que ver la foto de nuevo para darme cuenta que no eras tú.
ResponderEliminarQue recuerdo tan bello, creo que me encanta el último párrafo, te pareces a tú papá.
ResponderEliminarSaludos