domingo, 23 de noviembre de 2014

La monjita a la que le gustaban los cuentos

Cuando pienso en la palabra "jornada" lo primero que viene a mi mente son las jornadas escolares. Aquellos tiempos lejanos en que estudiaba los primeros grados de educación básica y donde todo parecía novedoso y diferente. Estudié en una escuela de monjitas, en tiempos en que la educación se dividía en escuelas para niñas y escuelas para niños, y si bien eso nos quitaba la ventaja de la convivencia entre ambos sexos, también nos daba la libertad de comportarnos más libremente, sin cohibirnos por lo que dirían los muchachos. Es poco lo que recuerdo de aquellos primeros años, sin embargo les compartiré algunas de estas memorias.

Recuerdo por ejemplo, que cuando estaba en primero o segundo grado de primaria, la jornada escolar estaba dividida por dos periodos de recreo: cada uno de aproximadamente 20 minutos. En el primer recreo no había novedades, podíamos circular y correr por todo el patio sin problemas, pero ¡ay! de que alguna de nosotras se atreviera a acudir al rincón izquierdo del patio durante el segundo recreo, lo más probable era que algo terrible le ocurriera, pues se corría la voz de que el diablo se aparecía allí durante ese período. El porqué el diablo esperaba al segundo recreo para aparecerse es todavía un misterio al que no le encuentro solución ni respuesta jajajaja.

También recuerdo que en la parte posterior de la escuela había una puerta de garaje que estaba cerrada con una cadena y un candado, lo cual impedía que cualquiera pudiera entrar o salir sin tener la llave, pero si era posible que templando la cadena al máximo, se hiciera una pequeña abertura en la parte inferior. Era allí cuando, al grito de "si pasa la cabeza, pasa el cuerpo", nos arrastrábamos por el piso para salir de la escuela 5 minutos antes que el resto de las alumnas. Por suerte todas éramos unas flacas cabezonas y ninguna de nosotras se quedó atrapada en esa puerta :D

Otra de las situaciones que viene a mi mente fue cuando estaba en primer grado,
Las niñas del primer grado de la escuela.
La monjita al frente es la hermana Teresa y
el ángel desgarbado vestido de rosado que está
a la izquierda soy yo
mi mejor amiga de toda la vida, Rossanna (sigue siendo my BFF) y yo estábamos jugando durante las clases con unos pequeños naipes que habíamos llevado y que nos mantenían distraídas mientras la hermana Teresa daba la clase. Tan distraídas estábamos que no nos dimos cuenta cuando la hermana se acercó a nosotras con un gran metro en la mano y nos dio un golpe en la cabeza a cada una de nosotras, eso además de confiscarnos los naipes. Cabe recalcar que cada vez que Rosy y yo nos acordamos de ese episodio nos morimos de la risa, y no acusamos ningún trauma sicológico por el uso desmedido de la fuerza de parte de nuestra maestra jajajaja.

Por cierto, durante ese mismo año, al final del período lectivo era costumbre que la maestra y los padres de familia organizaran un viaje para festejar a los niños. Viviendo al pie del mar, lo más lógico era llevarnos a un día de playa, y allí estábamos: las alumnas, la hermana Teresa y algunos padres, felices rumbo a la playa de Ayangue, de aguas sumamente tranquilas, a disfrutar de un merecido día de juegos y descanso. Todo iba como de costumbre, todas las niñas remojándonos como pasas en el mar desde que llegamos, hasta que una extraña se acercó a nuestro grupo y empezó a hablarnos. Consciente de las advertencias de mi mamá de no hablar con extraños, salí corriendo del agua a informarle de esa extraña mujer que se nos había acercado, cuando mi mami, entre risas, me aclaró que aquella extraña no era otra que nuestra maestra, la hermana Teresa, que despojada de su hábito y su velo, disfrutaba con una cómoda ropa de baño de las delicias del mar. Yo no la había reconocido y tardé un poco en relacionar a aquella mujer con mi maestra. Cosas de la niñez jejeje.

Y ya que hablamos de las monjitas, no puedo dejar de mencionar a aquella cuyo nombre olvidé, que era la encargada de administrar la librería de la escuela. Acudir a ese rincón era delicioso, lleno de cuadernos, libros, estampas, lápices, borradores, todo con ese riquísimo olor a nuevo y siempre con algo nuevo para sorprendernos. Pero esa monjita, que era tan eficiente administrando el negocio, tenía una pequeña debilidad: adoraba los cuentos, y por alguna razón, terminó enterándose de que yo, ávida lectora, me sabía muchísimos cuentos (de los tantos comprados por mis padres). Ni corta ni perezosa, cada recreo me acercaba a la librería y le proponía contarle una historia, ella tomaba asiento y escuchaba a una pequeña niña parlanchina que se enorgullecía de su capacidad de cuenta-cuentos y de su selecto público, y que al final, era recompensaba con un lápiz nuevo o con una estampita. Recuerdo, al final del año, que dicha monjita me regaló una pequeña iglesia de color verde, decorada con detalles de color dorado, y cuyas campanas se movían. Fue un regalo precioso que conservamos en casa durante muchos años y que pasó a formar parte de la decoración del nacimiento que año a año colocábamos en mi hogar. No sé si aún está entre las cosas que guarda mi mami, pero sé que está siempre en mi memoria como el recuerdo de la monjita a la que le gustaban los cuentos.



10 comentarios:

  1. Las memorias que perduran para siempre! Que lindos recuerdos Loly, yo estaba segura que tú de niña disfrutaste cada etapa al máximo, todas tus anécdotas están divertidas, pero la de la monjita en la playa le gana a todas, jajaja.
    Por cierto, en la foto donde estás de ángel desgarbado, jajaja, no te pareces en nada a la Loly que conozco, hasta mirada tímida pusiste ahí :P

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    1. Lo más gracioso Miriam, es que tengo fija en mi mente la imagen de la mujer que entraba al agua en un bermudas rojo y camiseta a rayas rojas y blancas, cabello muy corto y algo gordita. ¿Cómo iba a imaginar yo que ella era la hermana Teresa? jajajajaja

      Ah si, no sé por qué salí tan desgarbada y desbaratada en esa foto, nada que ver con el donaire y glamour que actualmente poseo jajajajaja.

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  2. Que gracioso lo de la extraña que se acercó a hablarles, Loly tus historias están cargadas de esa felicidad que recuerdo, divertidas.
    Un abrazo desde Colombia

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    1. Imagínate mi preocupación Christian, de ver a esa extraña tan feliz entre nosotras, e imagínate también mi desconcierto cuando descubrí que era la hermana Teresa jajajajaja.

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  3. Qué lindas memorias, Loly! Siempre pensé que eso de ir a escuelas separadas debía ser de lo más aburrido, pero ya veo que no. Los niños siempre encuentran la diversión en todo!
    Me encantó lo de la monjita de los cuentos. Qué ternura!

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    1. Como le decía a Loly, yo fui a secundaria de puras mujeres y te puedo asegurar que nos divertíamos de lo lindo!!! muchas de mis compañeras eran unos verdaderos diablillos.

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    2. Yo estudié desde segundo primaria hasta tercero básico (8 - 15 años) en escuela de mujeres, y la carrera de secretariado en un colegio mixto, pero en las clases éramos solo mujeres, y siempre me divertí mucho, los chicos no me hicieron falta :D

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    3. Toda mi vida escolar transcurrió sólo entre mujeres, si me perdí de algo no lo sé, pero si sé que tuve excelentes experiencias con mis amigas y compañeras.

      Lo que si es cierto es que no tengo nada en contra de una educación mixta, es más, mis hijas están en escuelas mixtas con predomino de varones y van de lo más bien.

      Cada situación tiene sus pro y sus contra y creo que lo más sabio es intentar sacar lo mejor de cada una de ellas.

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  4. acá jornada se relaciona más con jornada laboral, tiene que ver con trabajo, por lo menos yo no pienso en escuela jejeje

    yo estuve en una escuela secundaria donde solo iban niñas

    ajajajaja las historias de miedo de los lugares del colegio jajajaja son clásicas

    jejeje, a mí también se me pasa la mano cuando les doy zapes cariñosos a mis muchachos jeje

    jajajaja acá las monjitas también usan traje de baño jiji

    ay que bella monjita, que paciencia contigo, que dulzura de mujer. Gracias por compartirlo

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    1. Jajajajaja que risa lo de los zapes cariñosos Hilda, ¡zape! es como le decimos acá a los gatos para espantarlos.

      En mi escuela había de todo, monjitas muy tiernas como la de la librería, algunas muy buenas maestras como la hermana Teresa y la hermana Rosita, y un par que eran verdaderas arpías como la hermana J y la hermana C, sólo de recordarlas me espanto!!!

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