Antes de empezar, desearía
disculparme. He estado ausente por dos semanas, un tiempo en el cual debí haberme
dirigido hacia ustedes. Para excusarme diré que estaba muy ocupado y es verdad,
he tenido que hacer muchas tareas.
Me gustaría haber
escrito sobre los Cuentos de Beedle el Bardo. Me gustaría haber opinado sobre
la fábula de los tres hermanos, incluso tengo el libro. Pero ya no hay tiempo
para eso.
He estado pensado en el
tema de la semana. En la única Historia que pienso constantemente es en la
Historia del Medioevo. Antes de escribir estas palabras, terminé de hacer una tarea
de investigación acerca de las Cruzadas. Por obvias razones, me harté de ese
tema y no quiero comentar acerca de ello. Tampoco quiero escribir acerca de la
Historia ecuatoriana, la Real Audiencia de Quito o la caída del Muro de Berlín.
En vez de aquello, les
diré mi historia. Esta historia es real y ocurrió en mi país, Ecuador, hace cuatro
años. Algunos llamaron a ese día “el 30S:
el día que triunfó la democracia”. Lo cierto es que ese día no ocurrió nada
heroico, ni nada digno de recordar.
Aquel día parecía un día
corriente, era jueves y yo estaba en la escuela. Tenía 11 años y estaba en clases.
De repente, noté que un compañero, quien tenía un celular, estaba hablando con
su mamá. Él estaba pálido y no paraba de temblar. No presté importancia a
aquello. Minutos después, noté también que muchos padres recogían a sus hijos
de la escuela. Después de quince minutos (estoy aproximando) mi tía llegó en su
auto acompañada de mi abuelo y mi abuela para recoger a mis primos, mis
hermanos y a mí. Sin contar a mi tía y a mis abuelos, éramos cinco personas; y
eso que mi tía no tenía una minivan. Estaba muy confundido.
No me atreví a preguntar
nada, pero mis primos sí. Mi tía nos explicó todo, y creo que no debió hacerlo
porque mis primos y hermanos se aterraron. Resulta que la Policía Nacional
estaba protestando contra el presidente Rafael Correa Delgado. La Policía protestaba
y no estaba cumpliendo su trabajo, por lo que los delincuentes salieron a las
calles. En nuestro camino a casa pude presenciar más de 36 delincuentes, ya
había perdido la cuenta. Todos ellos estaban armados, incluso podía observar
como los rateros robaban a otras personas. También pude admirar como las
personas saqueaban a almacenes de artículos varios. En el auto mi tía y mi
abuela repetían: “La sangre del cordero me renueva y me protege”.
Cuando salí del auto de
mi tía pude observar a un carterista con una navaja. Dejé de verlo y llegué al
departamento de mi tía. Mis abuelos querían enterarse más de la situación y decidieron
mirar las noticias. ¡Madres embarazadas acompañadas de sus niños robaban electrodomésticos!
No sabía qué hacer, así
que decidí ver una película. Vi “Kick-Ass”, y no es que tenía edad suficiente
para ver el film, pero de cierta manera me recreaba al ver que les daban una
paliza a unos delincuentes y a unos mafiosos.
Una vez leí esto y lo
comparto: “Dicen que el 30S fue el día que el pueblo salió a defender la
democracia, pero ese día yo sólo vi al pueblo choreando.”
Que lamentable Joseph, acá hubo un presidente que cuando sucedían esas "protestas" que no eran más que vándalos causando destrozos, él decía que eso era "la música de la democracia".
ResponderEliminarPienso que nuestros pueblos no están aptos para vivir en democracia, confunden la libertad con el libertinaje.
Es MUY interesante tu texto, Joseph. Nos cuentas una versión personal de un hecho que a escala nacional tuvo una lectura muy diferente. Eso es lo interesante, que nos dejas pensando en que la historia, esos grandes momentos históricos que leemos a posteriori, los momentos que cambiaron la historia de un país, es probable que hayan sido momentos más bien detestables, tristes, nerviosos para la gente común.
ResponderEliminaroye, no sabía que ya se vendía el libro!! la fábula de los tres hermanos, es impactante!!
ResponderEliminarsuele suceder más frecuentemente Joseph que dizque sale la gente a defender la democracia y lo que realmente muere ese día es la democracia. Yo por eso estoy en contra de todas esos actos, hay otras formas de hacer valer los derechos y alzar la voz
Joseph, al igual que tú, yo también viví ese día como una jornada de incertidumbre y tristeza, de ver como, con solo romper por unas horas los controles policiales, se perdió completamente la cordura, los valores y el juicio en general.
ResponderEliminarEse día mis hijas y yo nos encerramos en casa y no salimos hasta que todo volvió a la normalidad, pero lo que se perdió ese día fue mucho más que cosas materiales, fue la dignidad y el respeto por los demás.